En la apertura del Consejo de Derechos Humanos, Türk plantea nuevas soluciones de derechos humanos
26 febrero 2024
Pronunciado por: Volker Türk, Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos
Presidente de la Asamblea General,
Secretario General,
Presidente del Consejo de Derechos Humanos,
Excelencias,
Distinguidos delegados:
Este Consejo inicia su periodo de sesiones en un momento de grave conmoción mundial. Diversos conflictos están sacudiendo las vidas de millones de civiles y cavando profundas trincheras entre las naciones.
El sufrimiento y las matanzas de tantas personas en Oriente Medio, Ucrania, Sudán, Myanmar, Haití y tantos otros países del mundo son hechos absolutamente inaceptables. Y mientras debatimos estas situaciones, país por país, en las próximas semanas, debemos tener presentes sus rostros y su angustia.
En un momento en que ocurren vulneraciones tan atroces, ¿es ingenuo pedir que los Estados cumplan sus compromisos en materia de derechos humanos?
¿O es una postura esencial, es la tarea más urgente, importante y trascendental que cualquiera de nosotros podría acometer?
¿Acaso no son los derechos humanos nuestra única garantía, el conjunto de valores fundamentales, profundamente arraigados, que sostienen a nuestras sociedades en medio de las tormentas y el caos?
Los Estados Miembros de las Naciones Unidas y numerosos asociados se congregaron en diciembre pasado en un evento de alto nivel para conmemorar los 75 años de la Declaración Universal de Derechos Humanos. Este acto fue una ocasión importante para reflexionar sobre los aciertos y fracasos en la aplicación de los derechos humanos y sobre cómo podemos mejorarla en el futuro. Esta celebración fue la culminación de un año cuajado de compromisos en el mundo entero, en los que resonaron las exigencias de que el mundo cumpla las promesas de la Declaración Universal.
Exigencias sobre las medidas necesarias para poner fin a los conflictos. Para erradicar la discriminación. Para enmendar las distorsiones de la economía y sanear el medio ambiente. Peticiones de servicios de calidad, tales como la educación y la atención sanitaria. Para erradicar la corrupción. Para poder opinar sobre su propio futuro. Y, una y otra vez, la exigencia que los Estados cambien de rumbo, para que aporten a la humanidad más justicia, más desarrollo inclusivo, más igualdad y más paz.
Hacia el final de ese evento de dos días de duración, 153 Estados Miembros habían suscrito promesas concretas, de consuno con grupos de la sociedad civil, órganos de las Naciones Unidas, empresas y otras entidades: en total, más de 770 compromisos. Estas promesas abarcaron una gama que iba del aumento del número de mujeres en posiciones de liderazgo y la igualdad en materia de empleo, hasta los esfuerzos para luchar contra la pobreza extrema, velar por la justicia de transición y mejorar el acceso a la educación, la asistencia sanitaria y la protección social.
De igual importancia fue el apoyo manifestado por amplios sectores de la población en todos los países del mundo. El Barómetro de la Sociedad Abierta – una encuesta realizada entre más de 36.000 personas del mundo entero- mostró que la mayoría de la población está de acuerdo en que los derechos humanos han sido “una fuerza benéfica”. Dicho de otro modo, la mayoría silenciosa apoya los principios de derechos humanos que garantizan el progreso y la justicia en todas las sociedades y que proporcionan seguridad a nuestro planeta.
Hoy, me complace anunciar la publicación de “Human Rights: A Path for Solutions", [Derechos humanos: Un camino hacia las soluciones], un extracto de la labor realizada a lo largo del año conmemorativo, con la esperanza de que este documento contribuya a la Cumbre del Futuro. En este compendio figuran ocho mensajes para orientar nuevas acciones en pro de la paz, de las economías que benefician a la población y al planeta, y la gobernanza eficaz, así como salvaguardas para guiar el progreso científico y tecnológico. En este documento se amplía nuestra concepción de los derechos humanos, de manera que estos principios puedan transformar tanto a nuestras sociedades individuales como a la comunidad mundial en su conjunto.
La Promesa de Protección formulada por el Secretario General en este acto, en el marco de la Agenda para la Protección de las Naciones Unidas, garantizará que el conjunto de las organizaciones del sistema otorgarán prioridad a la promoción de los derechos humanos en toda circunstancia, por difícil que esta sea. Espero con interés la ocasión de colaborar con nuestros colegas para hacer realidad este compromiso.
Durante este periodo de sesiones examinaré la situación vigente en diversos países y, en particular, las abordaré el lunes próximo en el documento de actualización internacional. Pero hoy quisiera poner de relieve dos preocupaciones generales, que pueden repercutir sobre todos los países del mundo.
Me refiero, en primer lugar, a las negociaciones relativas a los tratados sobre prevención de pandemias y sobre delitos informáticos, así como a los que atañen a la contaminación medioambiental causada por los plásticos, y los debates mundiales en torno a la regulación de la inteligencia artificial; todas estas conversaciones están curso actualmente, pero no tienen suficientemente en cuenta las obligaciones en materia de derechos humanos y los perjuicios que podrían derivarse de hacer caso omiso a esos compromisos.
En segundo lugar, me inquietan los intentos de socavar la legitimidad y la labor de las Naciones Unidas y otras instituciones. Estos esfuerzos incluyen la desinformación usada contra las organizaciones humanitarias del sistema, las fuerzas de pacificación y mi propia Oficina. Las Naciones Unidas han llegado a ser un imán para la propaganda manipuladora y un chivo expiatorio para los fracasos políticos. Se trata de una tendencia sumamente nociva para el bien común y una traición mezquina a las personas cuyas vidas dependen de nuestro trabajo.
Las Naciones Unidas están excepcionalmente dotadas para facilitar a los Estados el debate y la solución de asuntos mundiales urgentes y este poder de convocatoria resulta especialmente importante ahora que la magnitud de los conflictos, el riesgo que afronta el planeta y la transformación digital exigen soluciones perentorias. Los organismos humanitarios de las Naciones Unidas asisten a cientos de millones de personas y les ayudan a mantenerse con vida. La labor del sistema en lo tocante a la paz y el desarrollo es absolutamente crucial para todos los países. Mi Oficina tiene el mandato de supervisar el cumplimiento de las obligaciones relativas a los derechos humanos y elaborar informes al respecto, porque los Estados Miembros han acordado que los derechos y la justicia constituyen la mejor manera -de hecho, la única manera- de avanzar. La tarea de entablar diálogos y proteger derechos no resulta cómoda para algunos, pero es fundamental para todos.
Es preciso superar el enfoque binario de que si usted no está conmigo y contra mi enemigo, entonces usted es un enemigo más. En el interior de los países, esta lógica de “nosotros contra ellos” está generando divisiones cada vez más volátiles y peligrosas, especialmente en periodos preelectorales, que son muchos este año. Todo esto compone una belicosa política de distracción, que poco a poco va obnubilando nuestro más profundo sentido de la compasión. Percibir la humanidad en el prójimo es el reflejo que puede salvarnos del desastre, especialmente en esta época de miedo y división.
Me confieren fuerza y esperanza los tributos rendidos en año pasado a la Declaración Universal de Derechos Humanos, los testimonios aportados por tantas personas y las importantes promesas que se formularon.
El poder de los derechos humanos radica en su carácter universal: en su núcleo late el valor intrínseco de cada vida humana. Los mismos criterios de derechos humanos deben aplicarse por doquier y esas normas han de ser sólidos baremos de referencia para todo progreso futuro, no marcas efímeras a las que podamos renunciar.
Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos. Todas las víctimas merecen justicia. Nadie debe quedar rezagado. Y nadie está por encima de la ley.
Muchas gracias, señor Presidente.