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Malí: Del derecho a vivir en paz al derecho a la subsistencia

14 noviembre 2016

En un día claro y soleado, en el patio de una escuela situada en la periferia de Bamako (Malí), grupos de mujeres transforman piezas de tela blanca y teñida en esperanzas multicolores de futuro.

“Este proyecto me ha aportado mucho porque, a Dios gracias, puedo realizar mi propio trabajo”, dijo la Sra. Zenaib Walet Amadou. “Debemos triunfar, ya sea aquí o fuera de Malí”.

Para la Sra. Amadou, el hecho de soportar el sol y el calor de un día de verano en Malí mientras teñía ropa no era sólo una cuestión de ganar dinero para mantener a su familia, sino de un esfuerzo por recuperar su dignidad.

En 2014, ella y sus cinco hijos huyeron del pueblo de Bourem, en la región de Gao, en el norte de Malí, cuando comenzaron los combates entre grupos rivales de tuaregs. Al final, la Sra. Amadou logró llegar a Bamako, pero allí era difícil encontrar un empleo y pronto se vio obligada a mendigar y a recibir limosnas para mantener a su familia.

Fue entonces que surgió la oportunidad de aprender a fabricar tintes y otras técnicas para pequeños negocios, a través de la ONG Association Femmes Battues [Asociación de Mujeres Maltratadas] y ella la aprovechó de inmediato. El proyecto ha ayudado a reciclarse a ella y a otras 106 mujeres desplazadas internas que habían escapado de la violencia suscitada por el conflicto que se desarrolla en el norte del país.

Este lucrativo proyecto está financiado por la División de Derechos Humanos y Protección (HRPD) de la Misión Multidimensional Integrada de Estabilización de las Naciones Unidas en Malí (MINUSMA, por sus siglas en francés). El Sr. Guillaume Ngefa, director de la división, afirmó que el apoyo que se brinda a esos proyectos encaja perfectamente con la labor que la HRPD realiza en el país.

“Nuestra experiencia en el trabajo con las víctimas indica que no basta con documentar las violaciones graves de derechos humanos”, dijo el Sr. Ngefa. “Uno investiga, elabora el informe y luego lo da a conocer, pero ¿qué puede hacer después?”.

Desde 2012, Malí ha estado involucrado en conflictos en su región septentrional, en los que participan coaliciones militares antigubernamentales y fuerzas yijadistas. Se han producido numerosos ataques contra la población civil, los militares y el personal del gobierno, que han generado una gran inestabilidad, e incluso el desplazamiento de miles de personas que han debido abandonar sus hogares.    

La División de Derechos Humanos de la MINUSMA ha documentado estas violaciones de derechos humanos y ha presentado informes sobre la existencia de una “cultura de impunidad” sistemática y endémica. El equipo ha documentado abusos cometidos por todas las partes en conflicto, entre otros, ejecuciones sumarias y extrajudiciales, arrestos y detenciones arbitrarios e ilegales, torturas, violencia sexual y de género, así como saqueos y destrucción de propiedades.

Pero, según el Sr. Ngefa, no basta con presentar informes sobre lo que le ocurre a la gente.

“Estas personas han sido víctimas de graves violaciones de derechos humanos y, al mismo tiempo, han estado expuestas a situaciones que lesionaron su dignidad”, dijo. “Por eso decidimos fundar una ONG, para trabajar en particular con las mujeres, a fin de crear actividades con las que pudieran obtener ingresos”.

El proyecto ha generado nuevas oportunidades y profesiones para más de cien mujeres desplazadas por los combates que tienen lugar en el norte del país. Además de aprender a teñir tejidos, algunas de ellas también han aprendido a elaborar botanas con frutos secos y zumos para vender en el mercado. 

“Hemos visto cómo mejoran sus condiciones de vida”, afirmó la Sra. Fataumata Kane Diallo, capacitadora de Associations Femmes Battues.

La Sra. Adama Maiga también logró huir de la región septentrional de Gao con sus hijos y apenas con lo que llevaba puesto. Ahora que ha encontrado empleo en el proyecto, dice que puede mantener a su familia de nuevo. 

”Es importante trabajar, porque así ganamos dinero, al menos el que necesitamos, con el sudor de nuestra frente”, aseguró. “Podemos comer y mantener a nuestros hijos. Ellos pueden ir a la escuela, y eso ya es mucho”.

Para el Sr. Ngefa, cuando se apoyan proyectos como éste, las víctimas de la violencia aprenden que los derechos humanos también pueden aportar soluciones concretas.

“Les aportamos esperanza a las víctimas, para que sepan que no se les olvida”, dijo.

14 de noviembre de 2016

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