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Declaraciones y discursos Consejo de Derechos Humanos

Los derechos humanos y la Agenda 2030. Empoderar a las personas y velar por la integración y la igualdad

16 enero 2019

Reunión entre periodos de sesiones del Consejo de Derechos Humanos

16 de enero de 2019
Distinguido Presidente del Consejo,
Querida Mary,
Distinguido ponentes,
Excelencias,
Colegas y amigos:

Permítanme comenzar dando la más cálida bienvenida a sus funciones al nuevo Presidente del Consejo, el Sr. Coly Seck. Será para mí un honor y una satisfacción colaborar con él y con todos ustedes en este año que comienza.

Hoy se cumplen exactamente 1.111 (mil ciento once) días, desde que el 1 de enero de 2016 los Objetivos de Desarrollo Sostenible entraron en vigor con carácter oficial. Fue un momento de esperanza compartida, porque la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible se ha propuesto alcanzar el desarrollo duradero y verdaderamente inclusivo para todos. 

El mundo alcanzó un consenso sobre la idea de que había llegado el momento de abordar a fondo el problema de la desigualdad. Desigualdad que es consecuencia de la discriminación aguda y sistémica, y que genera un desarrollo desigual, insostenible y desestabilizador.  Había llegado el momento de afrontar las turbulencias económicas y sociales que contribuían a generar las amenazas que hoy acechan a nuestro planeta y que plantean grandes riesgos para la armonía política y social dentro de cada país y entre los Estados.

La Agenda 2030 ha fijado un objetivo ambicioso: un desarrollo más equitativo y sostenible que coloca al ser humano en su eje y que está explícitamente basado en todos los derechos humanos, incluido el derecho al desarrollo.

El compromiso general de los Estados Miembros de “que nadie quede rezagado” exige que abordemos las desigualdades y que identifiquemos claramente todas las modalidades de discriminación y las erradiquemos. Esta tarea abarca a las desigualdades estructurales entre los grupos sociales, que a menudo provocan el estallido de conflictos y obligan a las personas a abandonar sus hogares. 

La Agenda 2030 es un compromiso de aumentar la cooperación internacional para lograr un orden mundial más equitativo. Pero, sobre todo, es una promesa formulada a quienes antes estaban excluidos del desarrollo: los marginados, los desposeídos y las comunidades excluidas –millones de mujeres, miembros de minorías raciales, religiosas y de casta, pueblos indígenas, migrantes, personas con discapacidad, gitanos y pobres. 

La Agenda establece metas, baremos e indicadores específicos para garantizar la realización del ideario de derechos humanos consistente en librar al ser humano del miedo y la necesidad. Es un plan pormenorizado para suprimir la pobreza y garantizar la justicia y el Estado de derecho, facilitar la participación pública más amplia posible en la adopción de decisiones y asegurar el acceso a los derechos sociales y económicos esenciales: entre otros, a la alimentación, la salud, la educación, el agua, la vivienda y el saneamiento.

Excelencias:

Mil ciento once días después de la inauguración oficial de la Agenda 2030, ¿estamos haciendo realidad este ideario? ¿Está cumpliendo el mundo con el magno compromiso de que nadie quede rezagado?

Por una parte, se han alcanzado enormes progresos en algunos países y en determinados sectores. Según el Informe sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2018, que examina los avances logrados, la pobreza extrema se ha reducido al 11 por ciento de la población mundial. La proporción de familias que viven con menos de 1,90 dólares estadounidenses al día ha disminuido de casi el 27 por ciento en 2000 al 9,2 por ciento en 2017, y gran parte de este progreso se ha alcanzado en Asia. Desde 2010, la proporción de niños escolarizados ha aumentado del 63 al 70 por ciento. La mortalidad materna en el África Subsahariana se ha reducido en un 37 por ciento desde el año 2000 y la mortalidad entre los niños menores de cinco años ha disminuido a la mitad.

Según el UNICEF, en el último decenio Asia Meridional ha experimentado la mayor reducción de matrimonios infantiles del mundo y el riesgo que corre una niña de que la casen antes de cumplir 18 años ha descendido en más de un tercio, de casi el 50 por ciento a un 30 por ciento.

Pero, en conjunto, no estamos cumpliendo a tiempo los plazos establecidos para 2030.

Muchos países están muy lejos de alcanzar la igualdad de género, que es a la vez una meta y un vector de desarrollo sostenible, ya que casi siempre son las mujeres y las niñas las que se quedan más rezagadas. Tres años después de inaugurada la Agenda 2030, la desigualdad de la mujer sigue severamente enraizada en términos de autonomía política, oportunidades económicas, seguridad física, igualdad de salarios y libertad individual en la toma de decisiones. 

Los conflictos destruyen actualmente la vida, la esperanza y la capacidad de la población para obtener una subsistencia decente en sus lugares de origen. Unas 44.400 personas se ven obligadas a abandonar sus hogares cada día a causa de los conflictos o las persecuciones. El cambio climático genera desastres medioambientales abrumadores, que destruyen la infraestructura básica y agudizan las tensiones y los conflictos.

Tras muchos años en los que habíamos visto el declive de la desnutrición y la inseguridad alimentaria, se ha producido un incremento doloroso, ominoso y casi totalmente prevenible del número de personas clasificadas como “subalimentadas”, de 777 millones en 2015 a 815 millones en 2016, sobre todo a causa de los conflictos, las sequías y otros desastres vinculados al clima. 

La cifra de 815 millones equivale al 11 por ciento de la humanidad: dicho de otro modo, uno de cada once seres humanos, -hombres, mujeres y niños- del mundo sobrevive sin la alimentación suficiente. 

Los jóvenes tienen tres veces más probabilidades que los adultos de estar desempleados. Aunque ha aumentado el número de menores escolarizados, algo menos de la mitad de todos los niños y adolescentes del mundo alcanza las competencias mínimas de lectura y cálculo. Alrededor del 93 por ciento de los niños del mundo vive en contextos en los que la contaminación del aire supera los límites máximos recomendados. Cerca de 1.000 millones de personas carecen de acceso a la energía eléctrica. 

Y las desigualdades económicas siguen creciendo. La generación mundial de riqueza alcanza el nivel más alto de la historia; la productividad del trabajo aumentó más del 2 por ciento en 2017, el mayor índice de crecimiento registrado desde 2010. Pero esa riqueza no se comparte de manera equitativa. Tal como señala la OIT, la fracción del PIB que perciben los trabajadores ha venido disminuyendo los últimos 25 años, una tendencia que aún se mantiene. Sin duda todos en esta sala estamos al tanto del análisis de Oxfam, que asegura que el 82 por ciento de toda la riqueza generada en 2016 fue a parar a manos del 1 por ciento más acaudalado de la población mundial, mientras que los ingresos de la mitad más pobre de la humanidad no experimentaron cambio alguno, por lo que esta quedó aún más rezagada.

Señor Presidente:

Apenas faltan 12 años para llegar a 2030, por lo que es preciso insistir en la urgencia que reviste el cumplimiento de la promesa que la Agenda representa para los pueblos del mundo. Todos los ODS son asequibles: la Agenda es una hoja de ruta minuciosa y práctica, y el Foro Político de Alto Nivel de este año es un hito importante en su consecución.

Un enfoque de “aquí no pasa nada” no nos llevará en la dirección prometida. Este recorrido exige acción inmediata y acelerada, lo que incluye alianzas más sólidas entre los interesados en todos los niveles, para impulsar la aplicación de los ODS.

A veces la función de dirigente político exige mucha valentía. Es preciso tener coraje para emprender reformas económicas, políticas y sociales de amplio espectro, mediante la adopción de medidas que acarrearán enormes cambios, pero que también pueden producir un crecimiento económico más elevado y sostenible, un incremento de la armonía social y una gobernanza más transparente y eficaz.

Las medidas de ese tipo pueden entrañar un riesgo para el capital político, al afectar a los intereses creados de algunas minorías y trastornar a los grupos dominantes. Pero también rinden dividendos. 

La estrategia basada en los derechos humanos conduce a un desarrollo más potente, sostenible y eficaz, porque promueve el empoderamiento, la integración y la igualdad de oportunidades para todos. 

Esta estrategia libera las fuerzas de la innovación y les permite buscar los enfoques mejores y más adecuados para afrontar el cambio tecnológico, la economía mundializada y las nuevas condiciones medioambientales.

Además, elimina los obstáculos que gravitan de manera tan pesada y desproporcionada sobre las comunidades más pobres y marginadas.

Permítanme decirlo con toda claridad: la desigualdad es un problema de derechos humanos. Y los alimentos, el agua, la atención médica, la educación, la vivienda y el acceso a la justicia no son simples mercancías que se venden a una minoría; son derechos, de los que todos los seres humanos somos titulares.  

La Agenda 2030 es una oportunidad esencial para hacer realidad la promesa de la Declaración Universal de Derechos Humanos y la Declaración sobre el derecho al desarrollo. La Agenda reconoce explícitamente que el respeto de todos los derechos humanos –civiles, políticos, económicos, sociales y culturales- es fundamental para la construcción de sociedades más igualitarias, resilientes y sostenibles.

En realidad, el tema del Foro Político de Alto Nivel de 2019 es “Empoderamiento, integración e igualdad”, un contenido que ilustra a la perfección la interconexión entre los derechos humanos y el desarrollo.

Y esta relación de refuerzo mutuo entre los derechos humanos y el desarrollo sostenible también resulta evidente en los ODS específicos que se examinarán este año en el Foro Político de Alto Nivel, en particular el Objetivo 10, sobre la reducción de la desigualdad, y el Objetivo 16, sobre la paz, la justicia y el fortalecimiento de las instituciones, pero también en lo relativo al Objetivo 4, sobre la educación de calidad, el Objetivo 8, sobre trabajo decente y crecimiento económico, el Objetivo 13, sobre la lucha contra el cambio climático, y el Objetivo 17, sobre las alianzas para la consecución de los ODS.

En todos estos ámbitos, el Consejo de Derechos Humanos y sus Procedimientos Especiales pueden efectuar importantes contribuciones. En un análisis que realizó el año pasado el Consejo se llegó a la conclusión de que “cabe considerar que casi todas las actividades y los resultados del Consejo de Derechos Humanos contribuyen al objetivo general de no dejar a nadie rezagado”.

De igual modo, las recomendaciones de los órganos de tratados y la labor de mi Oficina pueden desempeñar una función esencial de apoyo y orientación –incluso para guiar a los responsables de la toma de decisiones a fin de garantizar el espacio más amplio posible para que la sociedad civil pueda expresarse y actuar en pro de la dignidad y la igualdad humana.

El debate de hoy contribuye a conectar el trabajo que se lleva a cabo en Ginebra con el que se realiza en Nueva York, aporta elementos para el Foro de Política de Alto Nivel que tendrá lugar en julio y para la Cumbre de los ODS, que se celebrará en septiembre. Asimismo, contribuirá a llevar la discusión sobre los derechos humanos y los ODS hasta el plano nacional, que es el ámbito en el que, a fin de cuentas, ese debate debe realizarse.

Al definir algunos de los mensajes y prioridades estratégicas más importantes, espero que esta reunión transmita un sentimiento de urgencia y una mayor energía y compromiso a todos los participantes, de modo que las naciones y las economías puedan prosperar y transformarse, mediante el fomento del potencial íntegro de cada ser humano.