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Declaraciones y discursos Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos

“Hemos de permanecer firmes defendiendo la promesa de los derechos humanos,” Türk declara al Comité del Senado Italiano

25 enero 2024

Palazzo Madama, sede del Senado de la República de Italia © iStock / Getty Images Plus

Pronunciado por

Volker Türk, Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos

En

Comité Extraordinario del Senado Italiano para la Promoción y Protección de los Derechos Humanos

Senador Pucciarelli,
Honorables Miembros del Comité,

Les agradezco la oportunidad que me han dado de hablar ante este Comité Extraordinario en un momento de máxima urgencia y de convulsiones en todo el mundo.

Los conflictos se multiplican, conduciendo las violaciones de derechos humanos, los desplazamientos, la hambruna y las necesidades humanitarias a nuevas cotas máximas.

En todos los lugares del planeta: en Ucrania; en Sudán y en el Sahel; en Myanmar; al igual que en docenas de otros conflictos, decenas de miles de civiles han sido asesinados, solo en el curso de este mes. Muchas más personas han resultado heridas, quizás de por vida. Otras muchas más se han visto obligadas a huir de sus hogares.

Las tensiones están al alza en los puntos más calientes del planeta. De forma más reciente, desde que ocurrieran los horribles ataques por parte de Hamas en Israel el 7 de octubre, la guerra de Israel contra Hamas ha provocado niveles sin precedente alguno de muertes y hambruna de civiles, acompañado de una destrucción a gran escala de infraestructura civil. Este conflicto está afectando también a otros países de la región, y cuando más se dilate en el tiempo, mayor será el riesgo de que se produzca una conflagración de mayor magnitud aún.  En los Balcanes Occidentales, como en otros lugares, existen riesgos muy reales de que vuelvan a surgir conflictos que permanecían latentes. Da la impresión de que el discurso belicista se está convirtiendo en una característica que hemos aceptado como normal en el panorama político.

No existe una seguridad real en ninguna parte del mundo donde los conflictos sigan activos, o estén latentes, a la escala que observamos en la actualidad.

Paralelamente, el programa mundial de desarrollo, el cual prometía acabar con la extrema pobreza antes de que acabara esta década, se tambalea ahora. Casi la mitad de la población mundial vive en países cuyos gobiernos gastan más en el pago de la deuda que en educación o en salud, una carga que se ve alimentada por la disfunción de nuestra arquitectura financiera internacional.

El racismo y otras formas de discriminación – de manera especial contra mujeres y niñas, están de nuevo al alza, donde vemos cómo las plataformas digitales se están convirtiendo en sistemas de transmisión del discurso de odio, y con iniciativas coordinadas (a menudo en nombre de la cultura o la tradición) para revertir los importantes y considerables avances conseguidos en décadas recientes.

El espacio cívico se ve más asfixiado en cada vez más países debido a las severas restricciones que debilitan la justicia, los medios libres e independientes, además del espacio para la democracia y la participación.

Además, todas estas tendencias agravan y alimentan la abrumadora amenaza del cambio climático, la contaminación y la pérdida de biodiversidad, una triple crisis planetaria la cual es la amenaza más crucial para los derechos humanos a la que se enfrenta nuestra generación.

Pero en lugar de trabajar juntos para hacer frente a todos estos problemas con unidad de propósito y un liderazgo decisivo y de cooperación, el sistema multilateral, al igual que numerosas sociedades, están cada vez más polarizados y más divididos

Estamos ante un panorama político y económico de enorme gravedad. Se trata de una emergencia de derechos humanos.  Estoy convencido de que la labor que desarrollan ustedes puede ser de gran importancia en la lucha para respaldar y defender soluciones para todos estos retos, ya que para que puedan ser efectivas, estas soluciones han de estar basadas en los derechos humanos.

En 2018, los pioneros estudios Pathways for Peace  demostraron de forma clara que las reivindicaciones no atendidas, como por ejemplo  la discriminación, las desigualdades y la exclusión,  agravan las tensiones, las cuales alimentan los conflictos, los cuales conducen a los desplazamientos, así como a nuevos ciclos de pobreza y desestabilización. Otros factores relevantes que provocan conflictos son la corrupción, las distintas formas de gobernanza deficitaria y la administración fraudulenta. 

Para poder resolver los conflictos; para mantener la paz; y para crear un desarrollo sostenible y ecológico, todas estas causas fundamentales han de ser atendidas y resueltas. De hecho, la historia reciente nos ofrece muchos ejemplos donde una labor en profundidad para prevenir las violaciones de derechos humanos ha hecho a las sociedades más resilientes y donde existen menos posibilidades de que irrumpa la violencia.

Contamos con pruebas evidentes de cómo se ha conseguido encontrar una solución duradera en zonas en las cuales los conflictos eran aparentemente irresolubles. Este el caso, por ejemplo, cuando se presta la debida atención a la rendición de cuentas cuando se abordan la discriminación persistente y las desigualdades  y cuando la gobernanza resulta ser transparente y participativa. 

Aún así, hoy millones de personas sufren las repercusiones del fracaso a la hora de mantener la paz, como sucede por ejemplo tanto en Sudán como en Myanmar, o a la hora de crear una paz justa y duradera para el pueblo palestino. 

En Libia, la falta de acuerdos efectivos sobre derechos humanos, acompañado de una gobernanza muy deficitaria, tienen efectos devastadores sobre los derechos fundamentales de los libios y libias, además de sobre los migrantes y refugiados, cuyo sufrimiento ya deplorable de por sí se ve agravado por las deportaciones de personas que se realizan a ese país. La violencia caótica que sufre Libia ha tenido también consecuencias profundamente negativas para los países vecinos del Sahel, así como en todo el mediterráneo, como ya saben muy bien los Miembros de este Comité.

En todo el planeta, existen muchas más áreas donde las políticas económicas y de bienestar basadas en los derechos humanos han posibilitado un desarrollo y crecimiento económico mucho más sostenibles, lo que ha ayudado a reducir las desigualdades y las demandas. De hecho, en todas las esferas de las políticas gubernamentales, los beneficios que conllevan las medidas ancladas en los derechos humanos son muy evidentes: aquellos países que invierten en los derechos humanos, incluso en el desarrollo basado en los derechos humanos, son menos propensos a sufrir conflictos y violencia, además de contar con una capacidad mucho más firme para resistir las crisis que afectan a nuestro mundo inestable. Esta es la razón por la que la justicia, la buena gobernanza, la igualdad y un espacio lo más amplio posible para la participación cívica suponen principios básicos de derechos humanos que sostienen toda la labor en favor del desarrollo que llevan a cabo las Naciones Unidas.

En resumen: el trabajo en materia de derechos humanos aporta soluciones a los problemas, construyendo sociedades que sean pacíficas, equitativas, resilientes, prósperas y sostenibles, y que a la vez estén mucho mejor equipadas para capear todas las turbulencias que nos acosan. Este trabajo exige de un liderazgo cooperativo sólido.

No obstante, en lugar de ese liderazgo que nos una a todos, lo que vemos a menudo hoy en día es el dominio de una política de división.

Una política de distracción – por ejemplo, a través de la fabricación de disputas artificiales sobre la cuestión de género, la migración o imaginando un «choque» de civilizaciones. El discurso de odio y la incitación al odio pueden inflamar los ánimos rápidamente cuando la gente tiene miedo; cuando el caos o a lo mejor la pobreza parecen amenazar sus vidas.

Una política de indiferencia que niegue la humanidad de las víctimas y de otras personas, como por ejemplo la de los migrantes, quienes no suponen ninguna amenaza por sí mismos, pero quienes son vulnerables a los daños.

Una política del engaño, ayudada por las nuevas tecnologías, la cual ayuda a elaborar mentiras y desinformación a gran escala para que de esa manera los intereses de las élites acomodadas no se vean amenazados. Este hecho es muy evidente en el caso de la negación del cambio climático.  La información errónea y la desinformación podrían resultar especialmente peligrosas este año, donde está previsto que se celebren más de 60 elecciones en todo el mundo.

La antigua, contundente y brutal política de represión – la cual en realidad no ha dejado nunca de existir, está también debilitando la labor necesaria para buscar soluciones para los desafíos que nos encontramos hoy en día. Necesitamos de manera urgente de la aparición de puntos de vista críticos, innovadores y constructivos para poder construir mejores políticas y sistemas, pero en una gran cantidad de países, lo que estamos observando son golpes militares y autoritarismos, la bota y el puño.

Hemos de permanecer firmes defendiendo la promesa de los derechos humanos, la cual es una promesa de ofrecer soluciones. Necesitamos de pasos conjuntos hacia la consecución de una mayor justicia, respeto e inclusión, los cuales servirán para consolidar la resiliencia. 

Hemos de nutrir el pensamiento crítico y la creatividad que solamente pueden dimanar de una participación amplia y libre y de debates abiertos. No existe una dicotomía entre la libertad y el desarrollo: las libertades fundamentales dan poder a un desarrollo que sea más sostenible y que beneficie a todas las personas.

Necesitamos seguir insistiendo en la justicia, las evidencias y la verdad, adoptando medidas, por ejemplo, para asegurar una gobernanza basada en principios de las herramientas de inteligencia artificial. 

Y hemos de ser conscientes de lo interconectados que estamos y de los valores que compartimos, cultivando los impulsos naturales de la humanidad hacia la empatía, la justicia y la compasión.  Es vital que superemos las profundas divisiones que han desgarrado a las sociedades. El escritor libio Hisham Matar escribió recientemente que «lo contrario de la guerra es la cooperación», y yo considero que todas estas cuestiones son muy relevantes. Para construir resiliencia y paz, hemos de trabajar para construir o afianzar las conexiones sociales, la empatía, además de un sentimiento de entendimiento común, un destino compartido.

¿Cómo podemos llevar a cabo esto? Debemos desplazar a un lado las barreras. La educación: – la educación en derechos humanos, la cual hace hincapié en nuestra plena igualdad de derechos universales, puede hacerse visible, en los colegios y en campañas en los medios públicos, pero se puede llevar a cabo también de manera más sutil, difundiéndose a través de equipos deportivos que sean inclusivos, de formación en capacidades a nivel local, de programas de la sociedad civil dirigidos por mujeres, de líderes religiosos y comunitarios  y, quizás de manera más especial, con especial énfasis en la participación inclusiva de los y las jóvenes. Es necesario que se apliquen medidas decisivas contra el discurso de odio y los delitos de odio.

Permítanme que vuelva al debate que se lleva a cabo aquí en este magnífico Palazzo Madama, así como a la labor que realizan los distinguidos Miembros de este Comité y el Senado en su conjunto, ya que estas cuestiones no se limitan a esos países donde la violencia es más virulenta. También en Europa Occidental,  estamos siendo testigos de injusticias económicas, discriminación y una retórica divisiva que abre profundas brechas en numerosas sociedades, lo que perjudica a la igualdad y universalidad de los derechos humanos. 

Italia puede contribuir en gran manera a superar las fracturas globales que están resquebrajando las iniciativas para trabajar de forma multilateral para encontrar soluciones. Puede contribuir a construir puentes entre Europa y los países a los que se les suele catalogar como “el Sur Global”, como podemos comprobar en la conferencia Italia-África que tendrá lugar la semana que viene. Puede ayudar a impulsar sólidas coaliciones globales para luchar por la paz en todo el mundo. 

Italia puede asimismo asignar recursos, y contribuir a establecer prioridades, para reforzar la ayuda humanitaria y la consolidación de la paz. Italia es el octavo mayor donante de ayuda humanitaria de la OCDE, habiendo contribuido con el 0,32% de su producto nacional bruto en 2022. Será importante que se incremente esa asistencia internacional para el desarrollo para alcanzar el objetivo del 0,7% antes de 2030, para apoyar a los objetivos cruciales de derechos humanos de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, y yo confío en que podamos contar en el futuro con el apoyo de los miembros de este Comité para este fin.

Estoy sumamente agradecido por la contribución económica de Italia a mi Oficina el año pasado, y deseo que esa contribución se vaya incrementando en los próximos años.

Espero también poder trabajar junto con ustedes con el fin de promocionar los objetivos clave en materia de derechos humanos que están en la agenda de Italia.  Estos incluyen una mayor inclusión, y el fin de la retórica divisoria que alimenta el odio y el extremismo, como son las teorías conspiratorias tóxicas y falsas que se basan en supuestas teorías del «gran reemplazo». La riqueza que ostenta la cultura y la nación italianas se ha basado siempre en su capacidad para atraer e integrar a personas procedentes de todos los lugares, tal como resaltó Giuseppe Tomasi di Lampedusa. Esta historia tan admirable y polifacética es algo de lo que el pueblo italiano se puede sentir orgulloso.

Es evidente que Italia, Grecia y España se enfrentan a los desafíos que implican las elevadas cifras de migrantes y solicitantes de asilo que llegan a sus costas, por lo que valoro aún más la solidaridad que los italianos e italianas han mostrado a lo largo de los años para dar la bienvenida a migrantes y ayudarles con su integración en el país. Los migrantes y refugiados no son criminales. Son solo personas como ustedes y como yo, quienes se han visto obligados a menudo a abandonar sus hogares con dolor y miseria, y quienes contribuyen a enriquecer las sociedades, tal como demostró muy claramente la pandemia de COVID-19. 

En los debates públicos hemos podido comprobar, desafortunadamente, cómo se usan los migrantes como cabeza de turco mediante la fabricación de narrativas falsas sobre un supuesto «choque de civilizaciones», las cuales distorsionan la realidad y distraen la atención de otras cuestiones fundamentales.

Me preocupa el discurso racista contra las minorías étnicas, en especial contra los pueblos Romaní, Sinti y Camminanti; africanos y afrodescendientes; así como contra los y las migrantes, los solicitantes de asilo y los refugiados y refugiadas, así como los delitos de odio por motivos raciales, incluyendo las agresiones verbales y la violencia física.

El año pasado, el Comité de las Naciones Unidas para la Eliminación de la Discriminación Racial publicó importantes recomendaciones para luchar contra el discurso de odio y los delitos de odio de tipo racista.  Les animo a que sigan de manera atenta estas recomendaciones y a que dirijan su atención, de manera especial, a las recomendaciones para que Italia continúe formando a sus agentes del orden público, y para que lleve a cabo campañas de concienciación dirigidas a prevenir y combatir el discurso de odio y los delitos de odio de tipo racista, así como la difusión de ideas racistas. 

También me inquieta el acuerdo alcanzado para establecer centros en Albania para la recepción de migrantes y de solicitantes de asilo.  Los traslados a Albania para llevar a cabo en ese país los procedimientos de asilo y retorno plantean importantes cuestiones conflictivas de derechos humanos, en especial en lo que se refiere a la libertad y la detención arbitraria; los procedimientos adecuados de solicitud de asilo, incluyendo la evaluación e identificación; así como las condiciones de vida que disfruten allí. Las obligaciones legales de Italia que imponen las normas de derechos humanos y el derecho de los refugiados no pueden quedar socavadas.  Además, no olvidemos que este tipo de acuerdo extraterritorial no ha funcionado en otros países, sino que ha ocasionado un gran sufrimiento y perjuicios en su lugar.  

El uso extenso que hace Italia de la detención, durante períodos largos de tiempo, de migrantes y de solicitantes de asilo, así como su restricción a los denominados centros "calientes" sin contar con una base jurídica clara, resulta problemático. Y a la vez que reconozco la importancia de prevenir y penalizar la trata de personas, el salvar vidas y el proporcionar ayuda humanitaria, especialmente cuando hay personas en peligro en el mar, es un imperativo en materia de derechos humanos, el cual no debe ser nunca criminalizado o enjuiciado. 

Yo considero la tolerancia (una aceptación activa y positiva de las diferencias) como uno de los valores esenciales de la cultura italiana. Detrás de la instigación al odio y la intolerancia contra cualquier grupo, ya sean migrantes, minorías raciales o personas LGBTIQ+, se esconde el antiguo flagelo de utilizar al otro como cabeza de turco y de deshumanizarlo.  Esto causa daños a toda la sociedad. Profundiza las divisiones e impide que todos los miembros de la sociedad puedan contribuir aportando todas sus capacidades.

Las iniciativas que ha emprendido el Gobierno para combatir la violencia contra las mujeres son muy valiosas. El examen de conciencia a nivel nacional que se puso en marcha tras el asesinato de Giulia Cecchettin el pasado noviembre, en un contexto de incremento preocupante de los femicidios, conducirá, yo espero, a conseguir cambios reales, ayudando a erradicar la misoginia, el juego de poder y la dominación que tantas mujeres han de soportar.    

Celebro las promesas efectuadas por Italia, en el contexto de la conmemoración del 75º aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, para promocionar la labor de las empresas dirigida a reducir la discriminación de género en los puestos de trabajo mediante la consolidación de un Sistema Nacional de Certificación de Igualdad de Género; para capacitar a niños, niñas y adolescentes para que puedan participar de forma significativa en los procesos de toma de decisiones; y para adoptar una reforma innovadora y multidimensional de las políticas que afectan a las personas con discapacidades. Todos estos son compromisos que necesitan de un seguimiento estricto.

Yo confío en este Comité para que garantice que toda la legislación cumple plenamente con las obligaciones de Italia en materia de derechos humanos. En este contexto, mi Oficina continúa alentando la creación de una institución nacional de derechos humanos la cual tenga plena capacidad para actuar de forma independiente y con integridad. 

En conclusión, desde la posición ventajosa que ocupo, puedo afirmar que es absolutamente vital que superemos las mentalidades extremistas y polarizadas de "nosotros contra ellos". La principal lección que nos enseñan los conflictos actuales, así como las numerosas guerras que han precedido a estos conflictos, es la necesidad de que todos y todas encontremos y que desarrollemos los elementos que nos unen. 

De forma más acuciante en estos tiempos tumultuosos, no debemos ceder nunca en nuestros esfuerzos para alcanzar una mayor justicia, una mayor igualdad, la armonía social, y libertades más amplias.  Tal como deja claro la Declaración Universal de los Derechos Humanos, este es "el fundamento de la paz", en el mundo, y en todas las naciones que lo forman. 

Espero con interés su apoyo continuo para esta tarea.