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Declaraciones y discursos Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos

Türk pide medidas para abordar el odio confesional

08 marzo 2024

Pronunciado por

Volker Türk, Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos

En

55º periodo de sesiones del Consejo de Derechos Humanos – Mesa redonda de debates sobre cómo contrarrestar el odio confesional que fomenta la discriminación, la hostilidad o la violencia

Lugar

Ginebra

Señor Presidente,

Distinguidos ponentes,

Excelencias:

El Consejo ha organizado esta mesa redonda de expertos para examinar los motivos, las causas profundas y la repercusión en materia de derechos humanos de la desacralización de libros sagrados, lugares de culto y símbolos religiosos.

Se trata de un debate que tiene especial resonancia hoy, Día Internacional de la Mujer, cuando renovamos nuestra resolución de defender los derechos de las mujeres. Las expresiones de odio hacia personas que ostentan símbolos religiosos suelen dirigirse de manera desproporcionada hacia las mujeres y las jóvenes.

Quiero insistir en el disgusto que me causan estas expresiones de odio y menosprecio. Siempre que un niño o un adulto se siente humillado y se le deniega un trato equitativo por motivo de su pertenencia a una determinada comunidad de origen; siempre que un grupo de personas se sienten despreciadas o acosadas; siempre que hay discriminación e incitación a la hostilidad y la violencia, se vulnera un principio fundamental de la Carta de las Naciones Unidas: “practicar la tolerancia y convivir en paz, como buenos vecinos”.

Los ataques contra los lugares de culto y las expresiones de menosprecio hacia libros que son reverenciados por los creyentes -incidentes tales como la quema de ejemplares del Corán- suelen alimentarse de un fondo más profundo de malentendidos y discriminación.

El combate contra el odio y la discriminación es esencial para el movimiento de derechos humanos. Mi Oficina -y yo personalmente- nos oponemos totalmente a toda forma de discriminación y a los falsos relatos que las sustentan. Y, sin embargo, la xenofobia y la discriminación por motivos de religión, creencia, género, condición étnica o migratoria aumentan de manera alarmante en la actualidad.

Desde mi última intervención ante el Consejo en relación con estos asuntos, y de conformidad con la resolución 53/1, mi Oficina ha iniciado la preparación de un conjunto de medidas que puedan ser adoptadas por los Estados y otros agentes para abordar el odio confesional y el uso deliberado -y a menudo políticamente motivado- de la religión como arma para atacar al prójimo, en particular a las minorías.

En noviembre pasado, congregamos a diplomáticos, expertos independientes de las Naciones Unidas, dirigentes religiosos y representantes de la sociedad civil para un debate sobre cómo abordar el odio confesional, la necesidad de una política basada en los derechos humanos para fomentar la diversidad religiosa y cultural, y la manera en que los creyentes pueden abrazar los principios universales de dignidad humana, compasión y solidaridad para promover el desarrollo de sociedades más seguras e inclusivas.

También se celebraron debates mixtos con toda una gama de agentes que no pudieron viajar a Ginebra. Entre estos figuraron academias y agrupaciones de la sociedad civil que participan en iniciativas concretas en Armenia, Chile, Colombia, Costa Rica, Chipre, Francia, Líbano, Nigeria, Noruega, Portugal, Sudáfrica, Suiza, Turquía, el Reino Unido y los Estados Unidos de América.

Asimismo enviamos a todos los Estados una solicitud de aportaciones en relación con los motivos, las causas profundas y las repercusiones del odio confesional en materia de derechos humanos. Las contribuciones recibidas sirvieron para enriquecer el informe A/HRC/55/74, que se debatirá en este Consejo el 13 de marzo próximo, en lo relativo a combatir la intolerancia, los estereotipos negativos, la estigmatización, la discriminación, la incitación a la violencia y los actos violentos contra las personas basados en el credo o la religión.

Los ataques motivados por el odio -desde el discurso despectivo hasta los actos simbólicos de desprecio y violencia física- parecen aumentar en todas las regiones. Con frecuencia, esos actos de odio y violencia están promovidos activamente por políticos que tratan de aprovechar el miedo de la población ante los trastornos que ocurren en el mundo usando como chivo expiatorio a un colectivo minoritario y también se ha comprobado que esos ataquen suelen ocurrir en periodos electorales. Este aspecto es particularmente importante en 2024, porque este año se celebrarán más elecciones que en ningún otro momento de la historia y, además, coincide con un aumento de los conflictos, especialmente en Oriente Medio.

Los estereotipos que denigran a las minorías, las comunidades religiosas, los migrantes y otros grupos, se alimentan también de teorías de la conspiración, tales como la paranoia del “gran reemplazo”, que analicé el lunes pasado.

El odio de raíz religiosa es pernicioso. Es un sentimiento que hace un uso instrumental de la fe -que se basa en lazos de compasión, solidaridad y esperanza- y que procura dañar a las personas en lo que constituye el núcleo central de su ser y su identidad.

Es importante que los Estados y otros agentes tomen medidas para frenar la difusión del discurso de odio que manipula nuestra diversidad de orígenes y creencias, una diversidad que aporta, en realidad, inmensos beneficios a toda sociedad.

En este sentido, quisiera someter a la consideración de ustedes los puntos siguientes:

Primero, estas medidas deben iniciarse en el ámbito jurídico

Me sorprende el hecho de que, según evaluaciones recientes, la mayoría de los Estados Miembros de las Naciones Unidas carecen de una legislación antidiscriminatoria de amplio espectro. Dicho de otro modo, en la mayoría de los países del mundo los ciudadanos no poseen herramientas legales eficaces y de fácil acceso que les permitan obtener justicia cuando se vulnera su derecho a la igualdad.

Cuando se trata de abordar las causas profundas del problema, las medidas encaminadas a extender la plena protección legal a todas las personas resultan absolutamente fundamentales. Exhorto encarecidamente a todos los Estados Miembros a que adopten leyes antidiscriminatorias de amplio espectro, basadas en las directrices publicadas recientemente por mi Oficina.

Al mismo tiempo que castiga y disuade las actividades peligrosas que entrañen violencia y hostilidad, una adecuada legislación antidiscriminatoria empodera a los miembros de las comunidades minoritarias para que puedan participar más cabalmente en la sociedad, y puede mejorar la comprensión entre diversos colectivos.

Además, el Artículo 20 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos estipula que los Estados han de prohibir por ley toda apología del odio nacional, racial o religioso que constituya incitación a la discriminación, la hostilidad o la violencia. Esta es una obligación internacional que los Estados Partes deben cumplir a través de su legislación nacional.

Segundo, insto a que se adopten las medidas apropiadas en el marco de las instituciones judiciales.

Es preciso recurrir a la justicia de manera más sistemática en los casos de expresión de odio confesional -comprendidas las situaciones de presunta desacralización de libros sagrados y símbolos religiosos- de manera que los jueces puedan determinar si se ha transgredido el umbral de tolerancia y la promoción de ese odio constituye una incitación a la discriminación, la hostilidad o la violencia. Por ejemplo, en octubre pasado, un tribunal de distrito de Suecia declaró a un reo culpable de incitar a la violencia por haber distribuido un vídeo en el que aparecía quemando una copia del Corán, con la misma música de fondo que se usó durante el ataque terrorista contra una mezquita en Nueva Zelanda.

Los Estados tienen además la obligación de luchar contra la discriminación -incluso la de raíz religiosa- y exhorto a que esos casos también sean presentados ante los tribunales. A través de nuestras unidades fuera de la Sede, mi Oficina mantiene relaciones permanentes con las autoridades nacionales para ofrecerles orientación en materia formación, reforma y aplicación de las leyes relativas a cualquier forma de discriminación, comprendida la que tenga motivaciones religiosas o de creencia.   

Los programas de capacitación entre homólogos destinados a jueces, abogados y fiscales han demostrado ser muy útiles y he instado a que se incremente el trabajo en esta categoría. Mi Oficina también ofrece formación en materia de prevención de conflictos en comunidades multiconfesionales y en la aplicaclión de las cláusulas nacionales relativas al discurso de odio, como ilustran las experiencias recientes de Kirguistán y Moldova.

Todos los cuerpos de policía también deben recibir el entrenamiento adecuado que les permita registrar y actuar en incidentes de incitación a la discriminación, la hostilidad y la violencia, incluso en los causados por la intolerancia religiosa.

Señor Presidente:

Al mismo tiempo, el derecho internacional de los derechos humanos no protege a las doctrinas o posturas religiosas en sí mismas. Como ha explicado reiteradamente el Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidasno debe prohibirse la expresión de falta de respeto hacia una religión, mientras esa manifestación no constituya una incitación a la discriminación, la hostilidad o la violencia.

El Plan de Acción de Rabat, elaborado por mi Oficina, ofrece orientaciones detalladas sobre la distinción entre las expresiones o los actos que incitan a la discriminación, la hostilidad o la violencia y las expresiones o los actos que, aunque puedan ser críticos o incluso despectivos, no incitan realmente a la discriminación, la hostilidad o la violencia.

En tercer lugar, para abordar esta categoría discursiva -y, en sentido más amplio, para reforzar la cohesión social y fomentar el respeto- recomiendo encarecidamente que se emprendan iniciativas sociales eficaces.

Para forjar comunidades en las cuales las expresiones de odio resulten socialmente inaceptables, es menester proporcionar a la población nociones básicas sobre la fe religiosa y una perspectiva más holística de la educación relativa a los derechos humanos.

El marco de trabajo denominado "Fe religiosa para los derechos humanos", creado por mi Oficina en 2017, recaba la participación de gobiernos, autoridades religiosas y una amplia gama de agentes de la sociedad civil para lograr intercambios entre homólogos que generen resultados concretos sobre el terreno.

En Chipre, por ejemplo, varios dirigentes religiosos afiliados a la community of practices [comunidad de prácticas de Naciones Unidas] en el marco de la iniciativa “Fe religiosa para los derechos humanos”, han abogado por que todos los fieles tengan libre acceso a sus lugares de culto y han condenado la incitación a la violencia, la discriminación y la hostilidad, en nombre de la religión. Las consultas que hemos celebrado recientemente con los Estados Miembros y la sociedad civil han proporcionado muchos otros ejemplos que podrían orientar los esfuerzos encaminados a promover la colaboración entre comunidades de diferentes religiones y aptitudes, de manera transversal.

La educación en materia de derechos humanos puede ser abierta y realizarse en las escuelas y a través de campañas de prensa, pero también puede ser más sutil, como cuando se lleva a cabo a través de equipos deportivos integrados, cursos de capacitación, programas femeninos para la sociedad civil y, en especial, mediante proyectos prácticos dirigidos conjuntamente por líderes religiosos y comunitarios, con especial hincapié en la participación de los jóvenes, que podrán aprovechar estas experiencias de contacto social en el futuro.

Las redes sociales tienen la responsabilidad evidente de combatir en el ámbito virtual el discurso de odio que puede traducirse en discriminación y violencia en el mundo real. Mi Oficina promueve enérgicamente la aplicación en este terreno de regulaciones responsables y basadas en principios, y en la actualidad colaboramos con varias corporaciones para aumentar los esfuerzos encaminados a fomentar el cumplimiento de las responsabilidades contenidas en los Principios Rectores de las Naciones Unidas sobre las Empresas y los Derechos Humanos.

Señor Presidente:

Es esencial que defendamos los derechos fundamentales de las personas a vivir libres de toda forma de discriminación y también libres de las agresiones que incitan la hostilidad y la violencia contra ellas.

Del mismo modo es indispensable abordar la manipulación de nuestra diversidad -comprendida nuestra diversidad de creencias y religiones- cuando esta se usa para transformar a colectivos minoritarios en chivos expiatorios con el fin de lograr réditos políticos.

Debemos esforzarnos en construir sociedades que rechacen el prejuicio y el desprecio; sociedades en las que todas las comunidades se comprendan y respeten mutuamente.

Insto a todos los Estados a que pongan en vigor estas recomendaciones destacadas por mi Oficina en numerosos informes presentados a este Consejo, con miras a promover la libertad de religión o de creencia, a combatir de manera expeditiva los delitos de odio y proteger a las minorías religiosas o confesionales donde sea necesario, incluso en sus lugares de culto.

Muchas gracias, señor Presidente.