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Declaraciones Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos

Jefe de Derechos Humanos finaliza visita a Iraq

09 agosto 2023

Türk visitó el distrito de Shatt Al-Arab, al sureste de Basora, donde se reunió con antiguos habitantes desplazados de sus tierras.

El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Volker Türk, concluye su visita oficial a Iraq

Bagdad, 9 de agosto de 2023

Masa Elkheir. Gracias a todos y todas por venir. Acabo de concluir la primera visita realizada por un Alto Comisionado para los Derechos Humanos a Iraq. Agradezco al gobierno iraquí su invitación, así como las conversaciones extensas que hemos mantenido al más alto nivel durante mi estancia aquí. Siento una profunda conexión personal con el pueblo de este país y he venido aquí como amigo.

He pasado los últimos cuatro días en Bagdad, Erbil y Basora reuniéndome con el Primer Ministro de Iraq, el Presidente y el Primer Ministro de la región del Kurdistán de Iraq y otros altos cargos, como los Ministros de Asuntos Exteriores y de Justicia, así como el Presidente del Parlamento, el Magistrado Principal del Consejo Superior del Poder Judicial, y el Magistrado Principal del Tribunal de Apelación de Basora.

Asimismo, mantuve varias reuniones con la sociedad civil, entre otros, con defensoras de los derechos humanos, activistas medioambientales, periodistas, abogados, artistas, miembros de la comunidad árabe de las marismas (Ma’dan), así como representantes del diverso y rico tejido cultural y religioso de Iraq.

Y experimenté de primera mano la realidad del cambio climático en la zona de Al-Salhiyah del distrito de Shatt Al-Arab de Basora, al sur de Iraq.

Líderes y representantes de la comunidad local, con un calor de 50 grados y en medio de campos áridos y asolados por la sequía, me mostraron fotos de las palmeras datileras frondosas que —hace solo 30 años— bordeaban partes del río, ahora seco, Chat el Arab.

De pie y con un calor asfixiante en ese paisaje asolado, respirando aire contaminado por las numerosas llamas de gas repartidas por la región, me quedó claro que la era de la ebullición global ha comenzado de verdad.

Estamos hablando de una emergencia climática. Y ya es hora de abordarla como tal. No solo por Iraq, sino por el mundo. Lo que se observa aquí es una ventana hacia el futuro de lo que está por venir ahora en otras partes del mundo —si continuamos faltando a nuestra responsabilidad de tomar medidas preventivas y correctoras contra el cambio climático—.

Iraq figura entre los países más vulnerables al cambio climático del mundo. La degradación grave del medio ambiente de este lugar obedece a una combinación tóxica de violencia, excesos de la industria petrolera, calentamiento global, disminución de las precipitaciones y la falta de una gestión y regulación efectivas del agua.

Justo ayer el Ministro de Recursos Hídricos anunció que los niveles del agua en Iraq eran los más bajos jamás registrados. La cuestión del agua conlleva unas repercusiones regionales más amplias, y todos los países tienen que trabajar para gestionar este recurso preciado como bien público. El agua es un bien público mundial.

Agentes de la sociedad civil me hablaron de la contaminación crónica en Basora y de los consiguientes problemas de salud en la comunidad, tales como índices altos de cáncer y otras dolencias graves. Además, resaltaron la necesidad de una mayor transparencia. “Las personas tienen derecho a saber lo que está sucediendo, al igual que los peligros que corren su salud y el medio ambiente, y a ayudar con estrategias para trabajar juntos y mitigar y adaptarse al impacto del cambio climático”, tal y como me sugirió un defensor de derechos.

Acojo con agrado el compromiso público del gobierno para abordar con urgencia los desafíos que plantean el cambio climático y la escasez de agua. Queda mucho trabajo por delante: como la concienciación, reformas legislativas y políticas, y la capacitación de las instituciones. Resulta esencial que se haga con la participación significativa de las personas más afectadas.

Pero me preocupa que un conjunto de acciones emprendidas por personas que ocupan cargos de poder —como por ejemplo, la presentación de demandas de difamación contra periodistas y agentes de la sociedad civil— hayan creado un efecto intimidatorio en la libertad de expresión. También se han denunciado casos de violencia, intimidación y amenazas de muerte contra activistas medioambientales, incluso por parte de elementos armados, lo cual reprime el espacio abierto para el debate que resulta tan vital para abordar estas cuestiones.

Un activista pidió la protección de los defensores de derechos alegando lo siguiente: “No debería ser peligroso compartir datos y concienciar sobre el problema. Necesitamos trabajar unidos para mitigar el impacto; hay vidas en juego”.

Se trata de una cuestión en las que hemos trabajado de cerca, y tenemos la intención de elaborar un informe sobre la libertad de expresión en Iraq.

Iraq ha contribuido históricamente en buena medida —desde la esfera cultural, literaria, intelectual y civilizadora— en la conformación de nuestro mundo actual. Es una historia fascinante, impresionante en su belleza y diversidad.

Pero como bien sabemos, Iraq también contiene una historia reciente de represión, injusticia, conflictos, traumas y algunas de las peores violaciones de derechos humanos y dignidad de las que el mundo ha sido testigo. No puedo más que admirar la resistencia increíble del pueblo iraquí, que ha sufrido esas realidades a lo largo de sus vidas.

Según las estimaciones, hasta un millón de personas desaparecieron bajo el régimen de Saddam Hussein y cientos de miles más desde entonces, incluso entre 2014 y 2017 cuando Da’esh tomó el control de franjas amplias del territorio iraquí, y en operaciones de seguridad posteriores. Esas cifras impactantes son difíciles de entender. Detrás de cada una de esas personas hay una familia —un cónyuge, un hijo, un padre o seres queridos— que merecen reconocimiento y cuyos derechos a la verdad, a la justicia y a la rendición de cuentas se vulneran.

Acojo con agrado la invitación del gobierno al Comité contra la Desaparición Forzada, que visitó Iraq el año pasado. Solicito la aplicación de las recomendaciones formuladas por el Comité. Tengo entendido que va a presentarse una ley sobre desapariciones forzadas ante el Consejo de Representantes, un paso positivo en la dirección correcta. Ya es hora de que se apruebe una ley en consonancia con las normas internacionales de derechos humanos. Mi Oficina seguirá de cerca el examen y la aprobación de esta ley y está dispuesta a aconsejar y apoyar con base en nuestra experiencia en otros países que lidian con esta cuestión.

También hay una historia dolorosa de uso de torturas y otros tratos crueles, inhumanos o degradantes bajo el régimen de Saddam Hussein, durante la ocupación estadounidense de Iraq, durante el conflicto con Da’esh, y que continúa en el Iraq actual. Me ha alentado saber que el Primer Ministro y el Ministro de Justicia van a abordar la cuestión de la tortura en el país y adoptar medidas preventivas para asegurar que la tortura no tenga cabida en el futuro de Iraq. Acojo con agrado su compromiso de considerar la ratificación del Protocolo Facultativo de la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes. El Protocolo Facultativo prevé el establecimiento de un mecanismo nacional de prevención que realice visitas periódicas a los centros de detención y pueda desempeñar una función importante en la erradicación de la tortura. He ofrecido mi apoyo al respecto.

La clave para detener esas violaciones graves de los derechos humanos es poner fin a la impunidad de la que han gozado sus autores en el pasado. Ese fue un punto que traté en profundidad con el gobierno y la sociedad civil, incluso en relación con las protestas de Tishreen de octubre de 2019.

Hemos documentado que al menos 487 manifestantes fueron asesinados y 7.715 resultaron heridos durante las protestas entre el 1 de octubre de 2019 y el 30 de abril de 2020 debido al uso de la fuerza por parte de las fuerzas de seguridad iraquíes y elementos armados contra los manifestantes. El gobierno estableció una comisión investigadora y ofreció apoyo oportuno a las víctimas en forma de programas de compensación. Dado el tiempo transcurrido y la falta de rendición de cuentas, he instado a que se adopten medidas oportunas y transparentes que atajen la impunidad que se ha impuesto en relación con las protestas de Tishreen.

Igual de importante es el reforzamiento de las instituciones judiciales y nacionales de derechos humanos para que puedan trabajar de forma independiente y efectiva, tema que planteé en mis conversaciones con los altos funcionarios. Valoro todos los esfuerzos de reformas legislativas actuales en consonancia con las normas internacionales de derechos humanos.

Asimismo, he exhortado a las autoridades a que declaren una moratoria oficial al uso de la pena de muerte en Iraq, donde más de 11.000 personas siguen pendientes de ejecución.

Las cuestiones de interés que surgieron en casi todas las interacciones que mantuve fueron el acceso a los servicios básicos, la necesidad de una buena gobernanza y transparencia, además de la corrupción. Resulta esencial que se tomen medidas firmes contra la corrupción y que se fomente una cultura de transparencia abierta al escrutinio público. También ofrecí los conocimientos especializados de derechos humanos de nuestra Oficina en la presupuestación nacional para garantizar que los presupuestos nacionales ofrezcan servicios básicos y sean inclusivos con base en la gran red de seguridad social del gobierno para las personas más vulnerables.

Me encuentro en Iraq en un momento en que los términos “género” y “empoderamiento de la mujer” sorprendentemente se atacan, se distorsionan y se confunden. Este hecho no tiene sentido ante los grandes retos que enfrenta el país. El uso de estos términos no contraviene ninguna cultura, religión ni tradición.

Todo indica que necesitamos más mujeres en puestos de responsabilidad, así como más protecciones en la esfera legislativa, política y social ante la violencia contra la mujer. La cuota del 25 % de mujeres en el Consejo de Representantes, el órgano legislativo de Iraq, es encomiable y tiene que aumentarse. Los intentos de prohibir el uso de términos universalmente aceptados que son vitales para lograr la igualdad y la no discriminación resultan perjudiciales, al igual que las amenazas e intimidaciones contra las mujeres que trabajan en estas cuestiones.

Solicito a los líderes de toda la sociedad que dejen de recurrir a la política de la distracción. Los derechos humanos no pueden instrumentalizarse para dividirnos: los derechos humanos son lo que nos une, lo que nos congrega como humanidad en dignidad. No permitan que la retórica populista cree más fracturas en una sociedad que ya ha sufrido fragmentación. No se debe dar rienda suelta a las campañas de desinformación, al discurso del odio ni a la incitación a la violencia.

Al conmemorarse este año el 75º aniversario de la Declaración Universal de Derechos Humanos, sus principios son poderosamente relevantes para un Estado tan diverso como Iraq, en especial su garantía de derechos humanos sin distinción de nacionalidad, género, origen nacional o étnico, religión, idioma, orientación sexual, o cualquier otro estado.

Este mes hace veinte años que 22 de mis colegas de las Naciones Unidas, incluido mi predecesor Sergio Vieira de Mello, fueron asesinados en un atentado suicida en el hotel Canal en Bagdad, y otros 150 resultaron heridos. Esos colegas se encontraban en Iraq con un deseo sincero de apoyar y ayudar al pueblo iraquí en su aspiración de un futuro mejor y más justo. He sido testigo de cómo esas aspiraciones perduran en la actualidad.

Anhelamos una visión común de un futuro basado en los derechos humanos para poder abordar las numerosas cuestiones complicadas y de larga data que enfrenta, de forma que las heridas puedan sanar y los avances logrados con tanto esfuerzo puedan preservarse.

Dejo Iraq con una apreciación clara del progreso, los esfuerzos y los logros del pueblo de este país bonito y diverso, pero también con la preocupación de que los avances siguen siendo frágiles.

Hago un llamamiento a todas las personas que ocupan puestos de autoridad e influencia para que se dejen guiar por los intereses y los derechos humanos del pueblo iraquí por encima de todo y para que atajen la corrupción, la discriminación, la impunidad, el cambio climático y los obstáculos restantes a la estabilidad y paz duraderas.

Con el fin de abordar los grandes desafíos de nuestros tiempos, necesitamos recurrir a la creatividad e innovación que emergen cuando las personas pueden debatir sobre las cuestiones y proponer soluciones en conjunto. Esto supone ampliar esas libertades todo lo posible.

Nuestro equipo de derechos humanos en Iraq está dispuesto, como siempre, a prestar asistencia, asesoramiento y apoyo en la promoción y protección de los derechos humanos de todo el pueblo iraquí.

Gracias, Shukran Jazeelan.

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