Griselda Triana: luchando por la libertad de expresión en México
02 noviembre 2023
Cuando un periodista es asesinado en México – casi una vez al mes en promedio – a veces las personas toman las calles. Si eso pasa, Griselda Triana hace todo lo posible para participar.
Con su cabello de líneas plateadas cuidadosamente peinado hacia arriba y su cartel en mano, añade su voz a la presión pública. Por años, defensores y defensoras de derechos humanos han exigido a las autoridades mexicanas que pongan fin a la impunidad que facilita que quienes asesinan periodistas y defensores se salgan con la suya. A veces puede haber autoridades involucradas.
Griselda es una defensora de derechos humanos y una periodista… y la esposa del respetado periodista Javier Valdez. Que se haya convertido en un blanco no es sorprendente.
Un día trágico
El mes de mayo es caliente en Culiacán, la capital de Sinaloa, tan caliente que estando en la calle buscarías hasta el más mínimo resquicio de sombra.
El lunes 15 de mayo de 2017 fue abrasador.
La reunión editorial semanal había terminado en RíoDoce, un periódico local de investigación conocido por hablar de cuestiones sociales que no son del agrado de todo mundo.
Luego de aprovechar el aire fresco en la escalera, Javier Arturo Valdez Cárdenas salió a la calle y caminó hacia su auto, con su típico sombrero de paja protegiéndole la cara del sol.
Un vecino fue el primero en escuchar los balazos, una docena aproximadamente. Para cuando sus colegas corrieron a la esquina, el cuerpo ensangrentado de Javier yacía en la calle.
Después sería corroborado que dos hombres lo habían sacado de su auto, que un tercero se fue manejando el vehículo, para abandonarlo calle abajo.
Estallaron manifestaciones en varios estados a lo largo del país. Javier había sido uno de los columnistas estrellas y co-fundador de RíoDoce, un cronista infatigable de la corrupción y los carteles, y fuente de información para medios internacionales; su reputación conocida en todo México y más allá.
Su muerte atrajo una cascada de solicitudes de entrevistas nacionales e internacionales y premios póstumos, pero a través de todo ello Griselda se mantuvo en silencio.
“Me encerré por meses,” dijo. “Evité todas las marchas, las entrevistas. Los asesinos se habían esfumado y estaba asustada por mi familia.”
Sus hijos se convirtieron en el centro de atención.
“Finalmente tuve que reaccionar. Acordamos que los niños se harían a un lado y que yo me convertiría en el rostro de la protesta.”
Es un manto que usaría con orgullo.
Manteniendo viva la memoria
Cuando Javier murió, Griselda perdió más que un esposo: perdió un socio y compañero de equipo. Desde que comenzaron sus carreras, el dúo periodístico había sido inseparable, primero en periódicos y luego en radiodifusión. Ella entendió los riesgos de ser un crítico franco.
“Durante el final de la década de los ochenta y la década de los noventa había mucha violencia en Sinaloa,” recuerda, “pero no teníamos miedo. Estábamos reportando día y noche, persiguiendo ambulancias y patrullas. A menudo, sabíamos más que la policía y llegábamos a las escenas antes que ellos.”
“Ambos amábamos el periodismo, la adrenalina, claro, pero también las distintas perspectivas, el salir y hablar con la gente cada día.
Javier cubría temas de crimen organizado así que cuando la violencia derivada del tráfico de drogas se intensificó en Sinaloa a inicios de la década de 2000, Griselda reconoció su necesidad de reportar la verdad y se rehusó a retenerlo.
“Yo tenía miedo, pero no lo decía,” dijo.
Apenas dos meses antes de su asesinato, en Chihuahua, al norte del país, la periodista veterana Miroslava Breach Velducea estaba llevando a su hijo a la escuela cuando un asesino motorizado le dio varios disparos en la cabeza. Como Javier, Miroslava a menudo escribía sobre temas sociales – corrupción, derechos humanos, pueblos indígenas – y sobre la creciente violencia por los cárteles de las drogas en su estado. Su asesinato le daría combustible a la indignación de Javier.
Por años, los periodistas en México – particularmente los periodistas locales que no cuentan con el apoyo de grandes medios – han sido asesinados con impunidad. Mal pagados y sobrecargados de trabajo, usualmente trabajan solos, a menudo sólo en línea o en redes sociales, sin una red de seguridad que les proteja si son víctimas de amenazas, ataques o asesinatos. Aun así, consistentemente muestran su valentía y determinación, exponiendo la verdad enfrentando enormes riesgos y extraordinarios retos, escarbando en historias que los medios nacionales no conocen o prefieren no tocar.
Javier fue una de las excepciones, siendo un periodista regional que contaba con el apoyo de un periódico reputado. Pero su notoriedad no lo salvó: México es uno de los países más peligrosos del mundo para los periodistas.
“El número de periodistas asesinados en el país continúa creciendo,” dijo Balbina Flores Martínez, representante de Reporteros Sin Fronteras en México. “Las olas de violencia llevan a la impunidad en 90% de los asesinatos de periodistas.”
De los tres asesinos que mataron a Javier, dos fueron arrestados y sentenciados, el tercero fue asesinado antes de poder ser juzgado, pero el autor intelectual todavía debe ser castigado. Se encuentra ahora en Estados Unidos y tiene una solicitud de extradición mientras cumple condena en una cárcel de EU por un crimen no relacionado.
“El sistema es imperfecto, pero este es uno de los primeros casos en México que de hecho ha avanzado hacia alguna resolución,” dijo Edison Lanza, Relator Especial para la Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos al momento de la muerte de Javier.
El ojo vigilante
Tan pronto como la noticia del asesinato de Javier se hizo pública, ONU Derechos Humanos reaccionó inmediatamente, condenando el asesinato y haciendo un llamado para poner fin al ciclo de ataques contra periodistas.
“Internacionalmente, México es un ciudadano modelo en cuanto a los derechos humanos,” dijo Jesús Peña, Representante adjunto de la Oficina de ONU Derechos Humanos en México. “Ha firmado la mayoría de los tratados de derechos humanos y presta atención a las recomendaciones internacionales.”
Sin embargo, el acceso real a la justicia en México ha demostrado estar lejos de la imagen internacional que el país ha modelado. Prueba de ello es la alta tasa de impunidad en relación con los crímenes contra periodistas.
A medida que se desarrollaba la investigación sobre el asesinato de Javier, ONU Derechos Humanos México mantuvo la presión, deplorando la falta de progreso, reuniéndose con fiscales y otros oficiales, y asegurándose que el caso no se convirtiera en “noticia vieja”. Después, la Oficina atendería las audiencias judiciales y observaría cómo el primer perpetrador era sentenciado.
Para Griselda ese apoyo fue crucial.
“Las intervenciones de ONU Derechos Humanos fueron fundamentales,” dijo. “Fueron un fuerte aliado y nos acompañaron desde el principio, observando el actuar del gobierno, manteniendo las libertades visibles, y apoyando a nuestra familia de varias formas justo después del asesinato.
Una cosa que Griselda entendió desde el inicio fue que su posición era única.
“Tuve mucho apoyo de organizaciones como ONU Derechos Humanos y los abogados de Propuesta Cívica,” dijo Griselda, “pero también me di cuenta de que muchas familias no contaban con este apoyo. Tenían pocos recursos y tenían que confiar en el gobierno para investigar. Estas familias se fracturaban y se aislaban, las mujeres de repente se convertían en cabeza de familia y tenían el derecho a la reparación para ayudarse a mantenerse.
“Casi me sentía culpable de recibir este trato especial – debería ser lo mismo para todas las familias. Entonces, decidí intentar cambiar eso.
Luego del asesinato de Javier, la vida en Culiacán se había vuelto aún más peligrosa para Griselda y su familia y se dispersaron en distintas ciudades.
Consciente del peligro de una venganza del cartel, Griselda finalmente aplicó al Mecanismo de Protección para Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas de México, que, dependiendo de las circunstancias, puede proveer a quienes se encuentran bajo amenaza, un lugar secreto en el que vivir, dispositivos de protección, y en los casos más graves, rondines cotidianos de la policía o guardaespaldas. Sin embargo, el sistema no es infalible y ONU Derechos Humanos ha instado al gobierno para fortalecerlo.
Si bien Griselda se siente agradecida por la protección, no puede vivir así para siempre.
“Cuento los días para poder volver a casa,” dijo, pero esa fecha todavía no ha sido establecida.
La lucha de Griselda
Hoy, Griselda continúa siendo una activa defensora de derechos humanos y miembro del Consejo Consultivo de Sinaloa para el Instituto para la Protección de Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas. Su alcance, sin embargo, va más allá del estado.
Regularmente es parte del jurado del premio nacional Breach/Valdez de periodismo y derechos humanos, establecido conjuntamente por ONU Derechos Humanos y varios socios.
“No cada periodista tiene la posibilidad de publicar sus historias en medios grandes o de escribir libros, pero de igual manera necesitan ser reconocidos y premiados. El premio hace eso. Ahora al menos podemos reconocer las dificultades que enfrentan como periodistas en México.
Viaja internacionalmente para hablar sobre libertad de prensa, haciendo llamados para el fin de la impunidad para los asesinos y manteniendo viva la memoria de Javier.
A lo largo de la costa de Sinaloa, en las playas de Mazatlán, turistas ávidos de sol permanecen ajenos a los cárteles que operan en la capital del estado tan sólo a dos horas de ahí.
Incluso podrían, sin saberlo, pasar por las oficinas de RíoDoce, cuya línea editorial sigue incluyendo narcotráfico, junto a otros temas controversiales como corrupción y lavado de dinero.
“Somos cuidadosos,” dijo Ismael Bojórquez, el co-fundador del semanario, “pero el asesinato es siempre una posibilidad.
Esta es la posibilidad a la que Griselda quiere poner fin.
“Es claro que, en México, quienes matan periodistas no son castigados,” dijo Griselda. Su foco está ahora en Estados Unidos, que espera que extradite al asesino de su esposo para que pueda ser juzgado en México.
Al continuar alzando la voz, Griselda amplifica las voces de aquellos periodistas cuyas voces siguen sin ser escuchadas.
Nada de esto va a traer de vuelta a Javier o a Miroslava, o a ninguno de las docenas de periodistas que han sido asesinados desde entonces, pero podría ayudar a prevenir crímenes futuros. Sacar a la luz la impunidad puede dificultar las cosas para los asesinos que, hasta ahora, han encontrado que es demasiado fácil silenciar periodistas matándolos.
Son socios del Premio Breach/Valdez de Periodismo en Derechos Humanos en México: el Centro de Información de Naciones Unidas; la Oficina del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos; la Oficina de la ONU contra la Droga y el Delito; la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura; la Embajada de Francia en México; la Embajada de Suiza en México; el Programa Prensa y Democracia de la Universidad Iberoamericana y su departamento de periodismo; la Agencia France Presse; y Reporteros Sin Fronteras.