Declaraciones y discursos Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos
Poder popular
28 septiembre 2023
Pronunciado por
Volker Türk, Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos
Lugar
Copenhagen
¡Hola Copenhague! Me complace establecer conexión con los activistas y dirigentes cívicos que asisten a esta conferencia.
Ustedes y sus colegas de los movimientos sociales encabezan la lucha en pro de la justicia climática. En pro de un contexto digital libre y seguro. En pro de una paz sostenible e inclusiva. La lucha para librar a las personas de toda forma de discriminación. Para garantizar que todos los ciudadanos del mundo puedan participar de manera significativa en la adopción de las decisiones que influyen en sus vidas. La lucha, además, por una economía equitativa, integradora y basada en los derechos humanos.
Su activismo y su defensa de los derechos humanos son fundamentales. Es una tarea que exige principios sólidos, que exige coraje. Bien sé, como ustedes también saben, qué difícil resulta desafiar las normas establecidas y exigir cambios radicales en la sociedad -en particular ante las múltiples crisis y el agravamiento de las tensiones que vemos hoy-. En este empeño, a mí me resulta estimulante recordar a quienes nos han precedido.
En una época de horror y destrucción masiva, -tras dos guerras mundiales, el holocausto, el primer lanzamiento de una bomba atómica y la mayor recesión económica que el mundo había conocido jamás- los Estados se reunieron para redactar un texto que contribuyera a evitar nuevos desastres.
El documento resultante fue un mapa.
Un plano que indicaba el rumbo para alejar a la humanidad de la guerra, la discriminación y la injusticia, y trazaba un sendero que fomentaba la reconciliación de los diferendos. Este documento establecía las medidas que permitirían construir sociedades más justas y equitativas, comunidades que, por lo mismo, serían más resilientes. Este texto enumeraba los derechos civiles y políticos, así como los derechos económicos, sociales y culturales que debían promulgarse.
El derecho a vivir libre de toda forma de discriminación, detención arbitraria y tortura. Los derechos a la educación, la alimentación adecuada, el agua y el saneamiento, la protección social y la vivienda. La libertad de expresión y opinión, y el derecho a la vida privada. La libertad de asociación y de reunión pacífica. La libertad de culto o creencia.
Todo eso ocurrió hace ahora 75 años. Desde entonces, la Declaración Universal de Derechos Humanos ha orientado la consecución de enormes progresos en todos los países del mundo.
Desde entonces, se han desmantelado estructuras que preservaban formas graves de discriminación racial y de género. Se han logrado avances considerables en materia de educación y salud pública. Asimismo, se ha comprobado la necesidad de disponer de gobiernos e instituciones que presten atención a los pueblos, les informen y les permitan participar de manera significativa en la toma de decisiones.
En las décadas transcurridas, muchos países recuperaron su independencia. Y muchas personas recuperaron sus derechos. Las mujeres se liberaron del patriarcado.
La Declaración Universal desató una gran ola de activismo y solidaridad. El documento inspiró a millones de personas que exigieron cambios importantes, liberó a muchas de la discriminación, la represión y la explotación, e impulsó nuestra dignidad y nuestros derechos inherentes en plano de igualdad.
Es ese impulso transformador el que late en el corazón del activismo que ustedes practican. Ustedes se esfuerzan por empoderar a las personas para que sean dueños de su futuro. Y al igual que ocurrió con movimientos como el que puso fin al apartheid, el feminismo, el movimiento obrero y muchas otras corrientes históricas de derechos humanos, ustedes conciben ahora formas novedosas y creativas de protesta y comunicación para promover sus objetivos.
Pero también tropiezan con obstáculos. Me preocupa profundamente el aumento de la represión contra los movimientos de la sociedad civil que tienen lugar en muchos países. Vemos que la vigilancia y las restricciones se multiplican; cada vez hay más actos de violencia innecesaria o desproporcionada en el contexto de las manifestaciones y proliferan la criminalización de las protestas y las detenciones arbitrarias. Los ámbitos de debate y difusión de la información se van cerrando en algunas regiones.
En vez de silenciar o reprimir estos movimientos, es hora de reflexionar sobre qué los inspira y qué motiva su activismo. Debemos escuchar sus peticiones y poner en vigor medidas que faciliten los cambios que los pueblos exigen.
Los movimientos sociales son fuerzas importantes que impulsan cambios positivos y necesitan nuestro apoyo. En este año en que conmemoramos el 75º aniversario de la Declaración Universal de Derechos Humanos, pido a todos los Estados y las organizaciones internacionales que apoyen los movimientos sociales que promueven el respeto de los derechos humanos.
Necesitamos medidas específicas e inmediatas para que los movimientos sociales puedan propiciar los cambios que nuestras sociedades necesitan con urgencia.
Les agradezco a todos, líderes y militantes de los movimientos sociales, el trabajo que desarrollan para hacer realidad la Declaración Universal de Derechos Humanos.
FIN
Preguntas:
¿Cuáles son las prioridades principales en lo tocante a apoyar más a estos movimientos?
- Todos los interesados principales -y en primer lugar los Estados- deben aumentar el apoyo que dispensan a estos movimientos. Por eso son muy importantes los debates que tendrán lugar en esta conferencia, porque es preciso incrementar las medidas de protección y llevarlas a un nivel superior. ¿Y qué podemos aportar nosotros, los miembros del ACNUDH, a la mesa de negociaciones? Tres sugerencias:
- En reconocimiento de la necesidad esencial de empoderar a las comunidades para que adopten como propias las decisiones que van a modular su futuro, la Declaración Universal de Derechos Humanos consagró hace 75 años el derecho humano a la participación. Una buena manera de hacer realidad este principio es invertir en la multiplicación de ámbitos de participación y debate en torno a una amplia gama de asuntos. Disponer de canales fácilmente accesibles para denunciar la injusticia y la discriminación permitiría que estos movimientos puedan centrar su actividad en la promoción y la búsqueda de soluciones, y no en eliminar los obstáculos que estorban su trabajo. Huelga decir que estas medidas son más urgentes en lo relativo a los tres ámbitos fundamentales de esta conferencia: medio ambiente, paz y seguridad, y entorno digital.
- Ha llegado la hora de reflexionar sobre el trasfondo de estos movimientos y prestar atención a los deseos de la población. Por ahora, la atención suele centrarse demasiado en el cómo -los procesos y procedimientos de asociación y reunión- y mucho menos en el qué, en las reclamaciones populares. La aplicación de una perspectiva de derechos humanos podría contribuir al examen de los problemas subyacentes y el uso de esos derechos como baremos de referencia universales podría ser un primer paso hacia una participación más constructiva con miras a solucionar esos problemas y sumarse a las estrategias que promueven el cambio.
- En su Declaración sobre los defensores de derechos humanos de 1998, los Estados Miembros de las Naciones Unidas sostuvieron que “toda persona [que ejerza el] derecho, individual o colectivamente, a promover y procurar la protección y realización de los derechos humanos y las libertades fundamentales” es un defensor de derechos humanos. Sobre esta base, se ha elaborado un esquema de protección, con elementos de rango nacional e internacional. Y aunque, según esta definición, la mayoría de los líderes y activistas de los movimientos sociales son defensores de derechos humanos, esta protección -muy lejos, por desgracia, de ser perfecta- no los ampara de manera sistemática. Les invito a reflexionar sobre cómo podríamos abordar esta brecha con mayor eficacia.
En su opinión, ¿qué otras medidas podrían adoptar las Naciones Unidas al respecto?
Las Naciones Unidas, mediante su poder de convocatoria, deben sin duda desempeñar una función en este ámbito. Guiadas por los principios de derechos humanos, las Naciones Unidas han adoptado medidas para fomentar la atención al espacio cívico y contribuir a preservarlo (véase el Llamamiento a la acción en pro de los derechos humanos). Asimismo, las Naciones Unidas han publicado una Nota de Orientación sobre la protección del espacio cívico, estructurada en torno a “las tres P” (participación, promoción y protección), que fundamentan estos enfoques.
Pero aún queda mucho por hacer para constituir coaliciones más amplias en defensa del espacio cívico, que permitan aplicar estrategias y promover iniciativas conjuntas, con miras a superar las divisiones en el seno de la sociedad civil y reforzar la protección de las opiniones críticas, comprendidas las que participan en movimientos sociales. También analizamos cómo podríamos mejorar el apoyo a las redes de protección y los movimientos conexos.
En los países donde operan nuestros equipos, les rogamos que los consideren como aliados en estas iniciativas. Haremos todo lo posible, aunque nuestros medios sean modestos, para contribuir a fomentar los cambios que la sociedad necesita en materia de derechos humanos.
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