Declaraciones Múltiples mecanismos
Convertir las normas internacionales en realidades locales: la agenda de aplicación del Consejo de Derechos Humanos para 2021
El futuro del Consejo de Derechos Humanos
03 mayo 2016
Distinguido Presidente,
Excelencias,
Colegas:
Me complace departir con ustedes y, una vez más, agradezco a Noruega y Suiza que hayan organizado esta reunión informal y participen en ella.
Creo que hoy, diez años después de la creación del Consejo, podemos afirmar categóricamente que este órgano ha mejorado las vidas de muchísimas personas, mediante la promoción de sus derechos humanos. El Consejo ha realizado investigaciones de excepcional hondura y competencia, ha dado la alarma acerca de situaciones críticas y las ha llevado hasta los máximos niveles de las agendas internacionales pertinentes y ha establecido mecanismos preventivos. Además, ha contribuido a suprimir diversos abusos de derechos humanos crónicos y graves y ha fomentado la rendición de cuentas y la justicia, en aras de la reconciliación eficaz y sostenible.
El Consejo también ha apoyado a activistas y defensores de derechos humanos en el mundo entero y ha ampliado la repercusión de sus ideas. Y tanto dentro del sistema de las Naciones Unidas como en las regiones y los Estados, ha contribuido a promover el reconocimiento, ahora generalizado, de la importancia fundamental de los derechos humanos para toda labor en materia de desarrollo y seguridad.
Esta ha sido una trayectoria sólida. ¿Sería posible mejorarla? La respuesta es obvia.
El sufrimiento masivo y totalmente evitable está en nuestro entorno, causado por los conflictos, la desigualdad, la discriminación, la involución de los derechos humanos de las mujeres, la tortura, la esclavitud, la corrupción y distorsión de las instituciones del Estado de Derecho, el terrorismo, el nacionalismo, la xenofobia y la destrucción del medio ambiente. El listado de violaciones de derechos humanos, que no deberían ocurrir en nuestro siglo, es inaceptablemente largo.
Cada vez son más numerosos los dirigentes que violan libremente algunos de los más profundos principios que jamás hayan acordado los Estados. Este colapso de una fuerza indispensable para la cordura y la estabilidad del mundo ocurre en todos los planos, desde el uso de la facultad de veto en el Consejo de Seguridad frente a crímenes atroces hasta el empleo indebido de leyes de seguridad nacional para atacar a defensores de derechos humanos y activistas de la sociedad civil y la denegación flagrante de los derechos humanos de los inmigrantes y muchas otras negativas a aplicar políticas que respeten y promuevan la dignidad, las libertades fundamentales y la igualdad de los seres humanos.
Hace pocos días regresé de sendos viajes a Estados Unidos y Austria. En Estados Unidos, me sentí profundamente perturbado por la retórica de dos aspirantes a la candidatura presidencial sobre asuntos relacionados con los derechos de los inmigrantes y los grupos vulnerables. También me alarmó saber que casi dos tercios de los estadounidenses creen que la tortura puede justificarse, según indican las encuestas. En este contexto nacional inestable, si se produjeran nuevos actos de extremismo violento, entonces, según cuál sea el resultado de las elecciones, podríamos encontrarnos con que la tortura y la entrega ilegal de detenidos habrían regresado a la agenda política. En Austria, el candidato presidencial que cuenta con más ventaja manifiesta una intensa hostilidad hacia los inmigrantes y ha hecho hincapié en que lleva una pistola Glock –con el argumento de que, al aumentar la inmigración, “la gente necesita protegerse por sí misma”.
El poder del demagogo se deriva precisamente de su capacidad para inventarse un chivo expiatorio que cargue con la culpa de las dificultades y los temores de la población. El jefe de la Fuerza Aérea nazi, Hermann Goering, lo expresó de este modo: “Siempre es posible lograr que la gente cumpla las órdenes de los dirigentes. Es sencillo. Todo lo que uno tiene que hacer es decirles que están siendo agredidos y denunciar a los pacifistas por falta de patriotismo y por poner a la nación en peligro. Ese método funciona de la misma manera en cualquier país”.
En la actualidad, en estos y otros países, se oyen clamores de odio que van en aumento, voces que estigmatizan y demonizan a las minorías vulnerables y que empiezan a validar la violencia.
En otros lugares, aunque los dirigentes políticos manejen el léxico de los derechos humanos con mucho énfasis, hay motivos para sospechar que esos discursos entusiastas son mitad cortina de humo, mitad retórica hueca.
Nuestro tema de hoy es nuestra visión con miras a una agenda de aplicación para 2021.
Tengo la esperanza genuina de que en 2021 no nos reuniremos, horrorizados, para preguntarnos unos a otros: “¿Por qué no vimos los presagios; cómo pudimos hacer caso omiso de las señales de aviso; por qué no actuamos en 2016, cuando hubiéramos podido hacerlo con tanta facilidad?”.
De modo que nuestra primera tarea de hoy consiste en debatir acerca de la ejecución: encontrar los medios que garanticen la aplicación del conjunto de análisis y recomendaciones que componen las resoluciones del Consejo y los trabajos del Examen Periódico Universal, de los titulares de mandatos de Procedimientos Especiales, las Comisiones de Investigación y otros procedimientos ad hoc o sui generis del Consejo y de los órganos de tratados. No se trata de tomar nota de estos documentos o archivarlos con una sonrisa presuntuosa, sino de aplicarlos, de generar cambios auténticos en la vida de las personas.
Empezaré por los esfuerzos que será preciso realizar a lo largo y ancho del sistema de las Naciones Unidas. Todos los órganos del sistema deben colaborar estrechamente en apoyo de los Estados, cuando éstos tratan de aplicar las recomendaciones en materia de derechos humanos.
Esta integración es el eje de la histórica decisión que adoptó el Comité de Políticas del Secretario General en agosto de 2014. El seguimiento de esa decisión exigirá un aumento del personal de derechos humanos que trabaja sobre el terreno, para promover las estrategias de derechos humanos en todos los equipos de países de las Naciones Unidas y garantizar que todos los Coordinadores Residentes comprendan por qué las cuestiones de derechos humanos, las inversiones en las instituciones del Estado de Derecho, la erradicación de la discriminación y los derechos de los marginados y desfavorecidos deben recibir atención prioritaria, por encima de otros factores políticos o económicos a corto plazo que parecen entrar en contradicción con esos aspectos.
Ese aumento de personal sobre el terreno es el objetivo principal de mi iniciativa de cambios, como ustedes ya saben. Queremos trasladar al personal de mi oficina de Ginebra hacia las unidades fuera de la sede, con un reparto geográfico equitativo que facilite la promoción de los derechos humanos en todas las regiones. La importancia fundamental de ese objetivo es la razón por la que –pese a un retroceso temporal en la quinta reunión del Comité el año pasado- seguiré trabajando en pro de la ejecución. El pleno apoyo de los Estados Miembros será decisivo en esta tarea.
En el plano nacional, los Estados están cada vez más interesados en dejar atrás los arreglos ad hoc para la presentación de informes en favor de la creación de estructuras más permanentes que permitan también dar seguimiento a la ejecución de las recomendaciones de todos los mecanismos de derechos humanos. En breve mi oficina publicará una Guía Práctica para asesorar a los Estados sobre los elementos básicos de un mecanismo nacional eficaz de seguimiento y preparación de informes.
Como ustedes saben, gran parte de nuestra cooperación técnica con los Estados está estrechamente vinculada a la aplicación de recomendaciones y en esta labor, una vez más, el apoyo que ustedes brinden a un aumento del personal del ACNUDH sobre el terreno, con miras a contribuir a una ejecución más eficaz, será una medida fundamental. En la actualidad ya proporcionamos asistencia a varios Estados con el fin de maximizar su participación en los mecanismos de derechos humanos, mejorar la coordinación entre los ministerios, las oficinas nacionales de estadística, el parlamento y el aparato judicial, aumentar las consultas con las INDH y la sociedad civil, y dar mejor seguimiento a la ejecución de las recomendaciones. Como parte de esta labor se ha creado un prototipo nacional de base de datos, que permite que los Estados descarguen todas las recomendaciones que figuran en el Índice Universal de los Derechos Humanos y registren su ejecución en tiempo real, lo que facilita la presentación de informes.
También quisiera sugerir que, ahora que se inicia el tercer ciclo del EPU, sus recomendaciones sean más específicas y centradas, con una mejor evaluación de los progresos realmente alcanzados en su ejecución y con más apoyo al seguimiento en el plano nacional. Si esto no se logra, existe el riesgo de que el EPU termine por convertirse en un mecanismo obsoleto o simbólico al término de este ciclo. Les exhorto a que examinen los medios para asegurar que los informes presentados por los Estados se centren más nítidamente en la ejecución y su repercusión sobre el terreno.
La sociedad civil debe desempeñar una función primordial en este cambio de perspectiva.
La colaboración de la sociedad civil con las instituciones del Estado responsables de la ejecución puede servir de apoyo a sus acciones y conferirles más impulso. Los activistas y defensores de base han de desempeñar también un papel decisivo en la tarea de lograr que los Estados rindan cuentas en el plano nacional por sus compromisos en lo tocante al EPU y su seguimiento de la ejecución puede aportar información esencial para las evaluaciones del EPU.
En términos más generales, creo que el Consejo en su conjunto –y no sólo el EPU- podrían beneficiarse de un desempeño más enérgico de la sociedad civil. Los activistas y defensores de derechos humanos de toda índole son aliados esenciales para el cumplimiento de nuestros mandatos y los eventos paralelos que las ONG organizan y su participación en los debates generales y los diálogos interactivos son de importancia fundamental para el funcionamiento eficaz, la pertinencia y la credibilidad del Consejo. Es imprescindible empoderar a las víctimas, los defensores, los activistas y otros grupos de la sociedad civil para que cooperen con el Consejo y contribuyan a su labor, sin obstrucciones ni miedo a las represalias. Tanto con miras a proteger a las personas que han recibido amenazas como para evitar nuevos ataques o intentos de intimidación, debemos fortalecer las respuestas del Consejo a todas esas denuncias y garantizar que se tienen en cuenta y se investigan sin excepción.
He esbozado aquí algunas ideas para lograr una aplicación más eficaz de las recomendaciones formuladas por los mecanismos de derechos humanos. También quisiera señalar algunos aspectos de nuestra segunda tarea de hoy, que consiste en determinar los medios de mejorar nuestra labor en materia de alerta temprana y prevención.
La ejecutoria del Consejo es nítida. Nadie podría precisar jamás qué hubiera ocurrido en cada una de las crisis pasadas, si el Consejo no hubiese ordenado investigaciones, emitido resoluciones, pedido sesiones especiales y presionado a los agentes principales para que se abstuviesen de redoblar la violencia. Pero creo que no necesitamos mirar más allá de los sucesos que ocurren actualmente en Burundi para hallar una crisis en la que la labor continua y de alto nivel del Consejo en lo tocante a la promoción de los derechos y la presión sobre las autoridades ha frenado la escalada de los acontecimientos y ha contribuido a salvar muchas vidas. Confío en que el Consejo sabrá actuar con análoga determinación en las crisis futuras, donde quiera que ocurran, incluso, quizá, en Europa.
En los dos últimos años hemos visto cierto número de enfoques innovadores, entre otros, nuevos usos para el punto 2, nuevas modalidades de Comisiones de Investigación que emplean los mandatos (temáticos) de Procedimientos Especiales ya existentes y mi propia participación en reuniones informales de notificación celebradas entre las sesiones. En la última sesión, el Consejo otorgó un mandato para un mecanismo de nuevo cuño –la Comisión de Derechos Humanos en Sudán del Sur- y, en relación con la República Popular Democrática de Corea, emitió una resolución en la que designó a dos expertos independientes que ya estaban en activo para que apoyaran la labor del Relator Especial en materia de rendición de cuentas, lo que constituye un avance, porque se pasa de presentar informes sobre las violaciones más graves a recomendar vías jurídicas para la reparación y la justicia.
Un instrumento sobre el que a menudo se ha debatido pero que nunca se ha aplicado es la propuesta de que el Presidente y la Mesa realicen misiones a las zonas en las que aparentemente esté surgiendo una emergencia de rápida evolución en materia de derechos humanos, con el fin de que ambos se reúnan con las autoridades y las partes interesadas y presenten un informe al Consejo en la primera ocasión. Tal vez podamos examinar esta idea más detalladamente.
Por último, todos estamos conscientes de que en cada periodo de sesiones del Consejo se produce un atasco debido al gran volumen de trabajo.
Cuando se atiborran diez mesas redondas de muy amplio espectro en cada periodo de sesiones y se añaden las intervenciones de los países, eso significa que los delegados apenas disponen de tiempo para examinar adecuadamente las ideas y los análisis que se han presentado, sin hablar de la tarea de sopesar las acciones y recomendaciones necesarias que deben formular. Como muchos de ustedes saben, la preparación de debates e informes también genera una pesada carga de trabajo a mi oficina y el rápido aumento del volumen de documentos no se traduce necesariamente en una mayor repercusión.
Entre las posibles soluciones figuran la de sostener reuniones sobre temas selectos entre los periodos de sesiones, celebrar un número menor de mesas redondas con enfoques más específicos, o incluso trabajar en salas paralelas. El Consejo debería plantear sus propios enfoques para desatascar el orden del día, pero es evidente que se está ahogando en un exceso de información y dedica muy poco tiempo a la acción.
En lo tocante a los Procedimientos Especiales, quizá ustedes deseen examinar las iniciativas orientadas a fortalecer el conjunto del sistema y su Comité de Coordinación. En los dos últimos años, este órgano ha contribuido considerablemente a garantizar una estrategia coordinada y consolidada para orientar la labor de los titulares de mandatos, lo que ha evitado el solapamiento y asegurado la aplicación de métodos de trabajo coherentes. Quiero hacer hincapié en la repercusión extraordinariamente positiva de la labor realizada por numerosos titulares de mandatos y expresarles mi agradecimiento por su contribución.
Creo que este discurso ha sido demasiado largo y nuestro objetivo aquí no es la elocuencia sino la acción. El Consejo de Derechos Humanos es importante. Ha realizado un trabajo sólido en aras del bien común y su repercusión podría ser aún mayor. El mundo gira sobre un eje peligroso e inestable: la opinión del Consejo es necesaria. Espero con impaciencia las contribuciones e ideas que ustedes tengan a bien comunicarme.