Declaraciones Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos
Día de los Derechos Humanos - Declaración inaugural del AC Volker Türk
09 diciembre 2022
Pronunciado por
Volker Türk, Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos
Lugar
Ginebra
Buenos días, me complace volver a verles, en la víspera del Día de los Derechos Humanos 2022, momento en que lanzamos nuestra campaña de un año de duración para conmemorar los 75 años desde la aprobación del texto milagroso y transformador que supuso la Declaración Universal de Derechos Humanos.
En medio de la guerra en curso en Ucrania esta semana, me resultó especialmente emocionante recordar que, tal como dictamina el preámbulo de la Declaración Universal, es el «desprecio de los derechos humanos» el que «ha dado pie a actos bárbaros que escandalizaron a la humanidad».
En las numerosas crisis y calamidades que la humanidad viene sufriendo en todo el mundo, podemos ver cómo estas verdades se materializan.
Pero incluso cuando los desafíos parecen ser irresolubles, si los líderes políticos y de la sociedad se centraran exclusivamente en dar respuestas basadas en los derechos humanos, siempre habría una solución al alcance de la mano.
Este hecho es el que afirma la Declaración Universal, es lo que yo creo personalmente, y es lo que siempre me transmiten los defensores y defensoras de derechos humanos que he conocido en todas las partes del mundo.
Yo puede oír este mismo mensaje en Sudán este mes pasado, en donde la sociedad civil, liderada especialmente por mujeres y jóvenes, ha cambiado la ecuación sobre el terreno, ha desafiado a la sociedad a seguir avanzando y a evolucionar hacia un estado mejor, donde haya mayores libertades.
Lo he oído en Ucrania esta semana.
Y oigo cómo este mensaje resuena cada día mediante el trabajo que realiza mi Oficina sobre el terreno en las 104 presencias sobre el terreno que tenemos en todo el planeta.
Las violaciones de derechos humanos en cualquier lugar del mundo son una preocupación para todos nosotros y nosotras. Como periodistas, ustedes desempeñan todos los días una función crucial para asegurar que el sufrimiento humano a gran escala no pase desapercibido y para que las demandas de las personas puedan ser amplificadas para que lleguen a los oídos de aquellos que ejercen el poder, tienen mayor influencia y cuentan con la financiación, y de este modo poder cambiar la situación.
Ustedes ya habrán leído mi declaración sobre Ucrania del miércoles pasado, y hoy quiero resaltarles otras crisis adicionales. Son de hecho situaciones que tienen graves repercusiones, y que de algún modo han quedado olvidadas. Pero estas situaciones no ocupan titulares.
Entre estas está la de Haití. Una crisis que por fuerza ha vuelto ahora a aparecer en los titulares. No puede ser ignorada. Se trata de un país donde bandas armadas, aparentemente financiadas por las élites económicas y políticas, controlan más del 60% de la capital. En donde cerca de 4,7 millones de personas se enfrentan a una situación de hambre aguda. Desde comienzos de este año, 1.448 personas han sido asesinadas, 1.145 heridas y 1.005 secuestradas por las bandas, lo que supone una cifra sobrecogedora.
Y recuerden que detrás de cada una de estas cifras hay familias enteras y comunidades que quedan desgarradas por la violencia. Los miembros de las bandas están haciendo uso también de la violencia sexual para infundir temor y ejercer el control sobre la población, tal como destacó un informe publicado en octubre por el Servicio de Derechos Humanos de la Oficina Integrada de las Naciones Unidas en Haití (BINUH).
Esta crisis es multifacética y prolongada en el tiempo. Pero existen soluciones. Estas exigen de valentía política y de responsabilidad a nivel nacional e internacional. Es necesario atender a las causas originarias de la crisis, en especial las desigualdades sociales, la corrupción rampante, la connivencia entre las élites poderosas y los líderes de las bandas, así como la impunidad endémica. Es inadmisible que haya personas que se estén beneficiando de esta inseguridad endémica y del sufrimiento de los haitianos.
El reciente régimen de sanciones y el embargo de armas selectivo del Consejo de Seguridad contra miembros de las élites económicas y políticas de Haití, quienes supuestamente prestan su apoyo económico y operativo a estas bandas, envía un mensaje contundente a aquellos que amenazan la paz, seguridad y estabilidad de Haití.
Hago un llamamiento a los Estados para que garanticen que todos aquellos y aquellas que solicitan asilo tienen acceso a procedimientos de asilo justos y eficientes.
Yemen. Es necesario poner fin a este conflicto que parece ser interminable. Es necesario renovar y ampliar la tregua para permitir conversaciones que conduzcan a un acuerdo más generalizado.
A la vez que se han detenido de forma general las hostilidades y ataques aéreos a gran escala, seguimos recibiendo informes de víctimas civiles, sobre todo de niños y niñas que residen cerca de la primera línea de fuego, causadas por minas terrestres y otros Restos Explosivos de Guerra. También resultan preocupantes las acusaciones de violaciones flagrantes de derechos humanos, incluyendo la tortura, la detención arbitraria, la trata de personas, la extorsión y los abusos sexuales contra personas que huyen hacia otros países. La labor del personal humanitario debe continuar desarrollándose sin obstáculos, así como garantizar su libertad de movimiento.
Y en Afganistán, continúa la exclusión sistemática de las mujeres y las niñas de prácticamente todas las esferas de la vida, lo que no tiene parangón alguno en nuestro planeta. Esta situación priva al país en su conjunto de poder aprovechar las considerables contribuciones que realizan las mujeres y las jóvenes. También deploro el uso continuo del castigo corporal y de la pena capital, incluyendo los recientes ejemplos de latigazos y ejecuciones realizados en público este mes, lo que constituye una violación flagrante de las obligaciones internacionales de Afganistán en materia de derechos humanos. Apelo a las autoridades de facto a establecer una moratoria inmediata sobre futuras ejecuciones y a abolir la pena de muerte.
Cinco años después del inicio del conflicto en Cabo Delgado, en el norte de Mozambique, continúa el asesinato de civiles, además de estar estos sometidos a violencia sexual, secuestros, desapariciones forzadas, y a la destrucción continua de propiedades que incluyen escuelas, centros de salud y lugares de culto. Casi un millón de personas han sido desplazadas, más de la mitad de las cuales son niños y niñas.
Para poder abordar las causas originarias del conflicto será necesario proteger los derechos económicos y sociales, preservar el espacio cívico, asegurar el acceso a la justicia y dar prioridad a los y las jóvenes, así como a las mujeres en el desarrollo socio-económico y en la toma de decisiones, incluso, y este hecho cobra mucha importancia en este contexto, en lo que se refiere al uso de recursos naturales que afectan a sus vidas de forma directa.
Tenemos también el caso de Somalia la cual se enfrenta a una catástrofe humanitaria en medio de la peor y más prolongada sequía de su historia reciente. Mi Oficina ha documentado un acusado incremento en el número de víctimas civiles, el 76% de las cuales se atribuyen a Al-Shabab. El registro de víctimas de enero a noviembre de 2022, 672 personas asesinadas y 1.082 heridas, es un 51% superior a la cifra del mismo período del año pasado. Algunas cuestiones preocupantes en materia de derechos humanos incluyen también el arresto y detención de periodistas, el obstaculizar la libertad de expresión, el promover la autocensura y el agravamiento de las vulnerabilidades que ya existían en los derechos humanos. La protección de los derechos humanos es un componente clave de la acción humanitaria.
Estas crisis, así como muchas otras que han ido desapareciendo de los titulares, no solamente tienen consecuencias graves para las personas afectadas de forma directa, sino que también es probable que tengan un efecto dominó atravesando fronteras, y corren el riesgo de desestabilizar aun más sus regiones.
Un aspecto que estas crisis, como muchas otras, tienen en común es su menosprecio por los derechos humanos.
Se caracterizan, y en ocasiones se desencadenan, por violaciones de derechos humanos entrelazadas. Para nombrar solo unas pocas: la discriminación racial persistente y otras formas de discriminación; la represión violenta de la disidencia; las violaciones del derecho a un nivel de vida adecuado, además de la que estamos viendo actualmente en todas las regiones que consiste en una crisis por el coste de la vida la cual está dejando a muchas personas sin saber cómo podrán sobrevivir hasta el día siguiente. El discurso de odio, incluyendo en entornos digitales no regulados, solamente contribuye aun más a un retroceso de los derechos humanos, como por ejemplo la igualdad de género, y es ahí donde hemos visto un mayor paso atrás.
La peor parte del impacto de estas crisis la soportan siempre las personas más marginadas y excluidas, entre las que se encuentran: mujeres, niños y niñas, migrantes, pueblos indígenas, personas desplazadas internas, personas con discapacidades, personas mayores, minorías étnicas y raciales y personas LGBTIQ+.
Y en todo el planeta, somos testigos también de una crisis de confianza. El aumento de los movimientos sociales y las protestas, en todas las regiones, supone una clara señal del carácter corrosivo de las instituciones que se supone que están al servicio de las personas.
El mundo no puede permitirse que sus líderes consideren los derechos humanos solamente como una idea adicional o, peor aun, como un instrumento de la geopolítica.
¿Cuál fue la lección más importante que extrajimos de la COVID-19, y de la emergencia climática, sino saber lo mucho que dependemos unos de los otros? Esa es la lección más relevante.
La de que debemos juntarnos para proteger nuestros valores de derechos humanos que compartimos, así como nuestra humanidad compartida.
Yo estoy lanzando la iniciativa DUDH 75, como una oportunidad para recordar el consenso que esta Declaración concibió.
Para resetear y afianzar la admirable infraestructura de derechos humanos que hemos construido entre todos.
Para reavivar el espíritu, impulso y vitalidad que sirvieron para fraguar la DUDH hace 75 años y para rejuvenecer un consenso mundial sobre los derechos humanos, un consenso que nos una para hacer frente a los muchos desafíos que nos quedan por delante.
Esta iniciativa será coordinada por mi Oficina junto con varios socios. Abarcará actividades y medidas, incluyendo vías para renovar el conocimiento y el compromiso por parte de las personas con los derechos humanos, en especial entre los jóvenes. Y vamos a intentar encontrar maneras de diseñar herramientas nuevas e innovadoras para hacer frente a los desafíos en materia de derechos humanos.
Escrita y aprobada por representantes de todas las regiones del mundo, la DUDH deja claro que los derechos humanos son universales e indivisibles, y que los derechos humanos suponen la base para la paz y el desarrollo.
La DUDH 75 nos ofrece una oportunidad para la unidad y la esperanza, moviliza al mundo en la causa de los derechos humanos y nos conduce por el camino hacia un futuro mejor, uno que esté basado en la justicia e igualdad para todos y todas.
FIN
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